Uno cree que a la indudable sobrevaloración del movimiento dadá no es ajeno el mágico atractivo del seudónimo Tristán Tzara -lo de llamarse Hugo Ball tampoco estaba nada mal- y el soberbio nombre de su local favorito de maquinaciones y gamberradas, el Cabaret Voltaire. Si respectivamente se hubieran llamado Gerardo Hinojosa y Taberna Los Cuñaos, como hay dios que el dadaísmo no figura hoy en los planes de estudio.
El Cabaret Voltaire fue muy frecuentado durante la Primera Guerra Mundial por estudiantes, revolucionarios, turistas, estafadores internacionales, mucho espía y una asombrosa representación de miembros de la intelligentsia europea, por algún motivo u otro residentes en Zúrich; entre ellos un discreto señor ruso con exóticos rasgos de mongol. Aunque se dice que llegó a recitar algunos textos humorísticos de Chéjov en una performance que tuvo lugar el 5 de febrero de 1916, la noche de la inauguración, («a un señor bajito con muy buena pinta, al Sr. Dolgaleff (sic) lo aplaudieron incluso antes de subir al escenario») lo cierto es que era hombre de gustos conservadores en materia artística y solía limitarse a jugar al ajedrez en una esquina, sin inmiscuirse demasiado en la intensa vida del local.
Una mañana uno de los parroquianos del café se presentó muy agitado blandiendo un periódico que anunciaba que en Rusia se había liado parda, “mirad, mirad, sale en portada nuestro amigo el calvo…”. Tristán Tzara respondió que no le extrañaba nada porque el calvo siempre le ganaba al ajedrez. Un irlandés que malvivía de dar clases y que respondía al nombre de James Joyce se limitó a asentir porque tampoco era de mucho hablar. El calvo era Vladímir Ilich Uliánov. Lenin, para entendernos.
Lenin, cierto, vivía en la Spiegelgasse número 9, (y estaba allí junto a su camarada Zinoviev) y el Voltaire se fundó en la número 1. Sobre si alguna vez Lenin estuvo en el cabaret, depende de las fuentes, hay otra que afirma que no solo no lo frecuentaba, sino que llamaba repetidamente a la policía quejándose del ruido y la música. En sus memorias (La huida del tiempo, donde corrígeme si me equivoco, citas el nombre de Dolgaleff) Ball suele citar por su nombre a todos los que aparecen en su vida, así que se hace difícil creer que se refiere a Lenin. Y ya que estoy, reivindico la figura de Emmy Ball-Hennings, la novia y después esposa de Ball (casada antes con Hennings) como fundadora del Cabaret y la que con sus actuaciones y canciones ayudaba a sobrevivir los primeros momentos del cabaret. Pero me parece muy interesante el dato sobre James Joyce, ¿puedo preguntar de dónde sale?
No quiero dármelas de nada, pero es que he traducido últimamente una novela de Ball (Flamingo o el dandismo de los pobres) sobre su vida cabaretera de pianista (pre Cabaret Voltaire) y su libro sobre las consecuencias de la Reforma de Lutero (Dios Trasdadá, Berenice) y estoy liado con otra traducción del señor Hugo y me interesa mucho el tema. Saludos
Fernando
Indudablemente este es un tema sobre el que estarás mucho más versado que yo. Es un viejo post que escribí sin otra pretensión que contar un chascarrillo que siempre me pareció divertido. Lo escribí tal y como recuerdo que me lo contaron hace ya muchos años (presencia de Joyce incluída) y, buscando en internet -nada riguroso como verás- para confirmar que no se trataba de un recuerdo distorsionado, me encontré varias veces con la mención a Lenin como señor Dolgaleff atribuida a Hugo Ball (descubro tras tu comentario que sus memorias han sido publicadas en Acantilado). Puede que sea una más de esas falsedades o medias verdades que circulan por la red. En todo caso se non è vero… He de decir que el nombre de la novela de Ball que citas me parece una delicia. Gracias por la información.
gracias por la respuesta, lo de non e vero… también lo asumo, de hecho estoy preparando una novela gráfica sobre el Cabaret Voltaire y Emmy y he metido a Lenin en el local charlando con ella. Todo pudo ser, aunque las fuentes se contradicen. De hecho, he encontrado el origen de situar a Lenin como cliente, el libro Lenin Dadá, del francés Dominique Noguez. Lo malo de este libro, en lo que he podido ver en internet, es que dice que Lenin inventa el término Dada al repetir en ruso entusiasmado Sí Sí cuando ve el espectáculo. Con eso ya parece decirnos que las fuentes se las pasa por donde le plazca. Como ves, pura hipótesis que ni Ball, ni Tzara, ni Emmy, ni Huelsenbeck mencionan en sus libros sobre el movimiento dadá (todos ellos arte y parte y testigos). Es en ese mismo libro donde se dice que Dogaeleff es Lenin, por eso, me suena a elucubración. Lo de Joyce ya he encontrado algo, parece que sí, que vivía en la esquina de la calle de al lado (y he leído la novela gráfica sobre él de Zapico y no me acuerdo de este dato, qué mal!), así que te doy las gracias por ponerme sobre la pista.
La novela Flamingo trata sobre sus meses con el Cabaret de «Flametti», un director de espectáculos que los contrató (a Ball y a Emmy) y ahí se ve las penalidades que pasaban. Lo bueno de la edición es que hay anexos con noticias muy interesantes, como la ficha policial de ambos en Zurich, por anarquistas y haberse registrado con nombre falso, además de, según la poli, prostituir Ball a Emmy! ya ves. Ah, y otra cosa interesante, el affair amoroso de Emmy con del Vayo, que estaba allí (republicano y futuro creador del GRAPO). Ball salió detrás de ellos con una pistola para acabar con el adultario. Ah, qué tiempos!!!