• Acerca de

Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos mensuales: junio 2015

Suavizante y disociación

29 lunes Jun 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

ego, epifanía, ropa tendida

Acabo de salir a tender la ropa en una pequeña terraza en la planta superior de la casa que ahora habito. El olor familiar del suavizante me ha llevado a pensar en tantas otras veces como habré repetido este rito doméstico.

He tendido en azoteas calcinadas por el sol entre las antenas y el flamear de sábanas blancas, en lúgubres patios de un gris tóxico donde los tendederos se entrecruzan como pentagramas -cada línea de ropa tendida es una historia-, rodeado de abejas y del olor del azahar y el cloro, en cables tendidos en el interior de una habitación donde tenías que abrirte paso entre la ropa para encontrar un libro.

He visto mis camisas delirar sacudidas por el viento. Pájaros y mariposas se habrán posado sobre mis sábanas alguna vez. En una ocasión fui testigo durante meses de la lenta destrucción de una camiseta que cayó sobre un tejado y que jamás sería recuperada. Su presencia acusadora bajo el sol y la lluvia a veces me llevaba a fabulosos ataques de melancolía. También he experimentado la secreta dulzura de tender la ropa interior de una mujer que amas.

Y aquí me veo otra vez, sujetando con pinzas la ropa mojada. Mi barrio es tranquilo y es de noche. Alguna ventana encendida, los sonidos del domingo replegándose sobre sí mismo antes de la inminente reaparición del lunes y la ley. Mi gato me mira como si no me conociera de nada desde lo alto de la rama de un níspero. Dentro de poco todos estarán dormidos.

Levanto los ojos hacia arriba. Siempre consideramos que la noche es el reino de lo imaginario cuando el cielo estrellado es de una sinceridad descarnada, los velos han sido retirados. Las nubes de la infancia sobre campo celeste son una mera ilusión. La verdad es la turbulenta forma del tiempo y del vacío en la que vibramos, vivos de milagro entre aterradoras desolaciones y vastas catástrofes. Esa gloria, esa soledad. Un universo desconcertante, infinitamente complejo y violento, más numinoso que cualquier idea de dios imaginable. Pero no puedes esperar que te escuche una brana, no puedes rogarle que proteja a tu buena amiga que está enferma, no puedes suplicarle que nada malo roce a tu hijo, ni gritarle el nombre que te desvela.

Miro ahora hacia el interior de la casa, no hay nadie. Todas las habitaciones están en silencio. Veo la lámpara encendida del escritorio sobre el que pasa más tiempo del que debería. Ahí discurren sus horas, ante la pantalla del ordenador, tocándose el pelo con el ceño fruncido, como si nadie le estuviera observando. Respiro hondo, a veces me gustaría dejarle ahí, con sus malhumores, sus ridiculeces y su abuso de los adverbios, con su mesa desordenada y su puto sombrero. Podría entonces alejarme saltando por los tejados hasta que me sorprendiera el nuevo día, ligero y sonriente como un desertor.

365

22 lunes Jun 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

≈ 4 comentarios

Etiquetas

aniversarios, blog, escribir

Uno llena su vida de aniversarios, señalizaciones del fluir trivial y corrosivo del tiempo. Ha pasado un año desde que abrí este blog y, conociéndome, me parece asombroso haber llegado hasta aquí.

Mientras escribo estas líneas un domingo por la mañana el sol cae a plomo sobre el mismo patio que tenía frente a mi escritorio cuando empecé a publicar estos ejercicios de vanidad y autodisciplina. La nueva presencia de un gato hace más rara la aparición de mirlos, pero el gigantesco abejorro (mi ruiseñor de Keats) al que por aquella época había puesto por nombre Miguel repite su torpe y tremebunda patrulla de borracho, golpeando la ventana. He dejado que prosperen algunas malas hierbas y yo, inevitablemente, sigo siendo el mismo, que es algo a lo que uno se acostumbra.

Repasando el blog siento algo de satisfacción. He mantenido, aunque decreciente, una periodicidad, he ido aprendiendo en el trayecto y, si me perdonáis la petulancia, creo que hay algunos textos que no están nada mal. Tampoco es que sea para que me levanten una estatua ecuestre en alguna plaza del barrio pero, qué queréis, uno ya se marca objetivos modestos.

No lo visitan multitudes, ni lo pretendía. Hay un pequeño número de lectores que de manera inexplicable prestan atención cada semana a las ocurrencias de un completo desconocido que tiene la idea rabiosamente comercial de incluir la palabra “desesperación” en el nombre de su blog. No podéis imaginar mi gratitud. A veces aparece un lector (siempre uno) en lugares imprevistos. Puede que se trate de operaciones de rastreo de información, piadosos mecanismos de refuerzo positivo del administrador de la página, qué sé yo, pero me hace gracia pensar en mi lector único de Corea del Sur, de Panamá, de Irlanda, de Estonia…

La firme voluntad de no incurrir en una frase del tipo “juntos a lo largo de estos años hemos compartido una aventura maravillosa pero ha llegado el momento de…” me empuja a seguir con el blog abierto, a pesar del miedo a repetirme, a haber contado ya todo cuanto tengo que decir y acabar siendo una especie de pariente gesticulante y coñazo.

Aunque a poco que lo piense, no lo he contado todo. No he hablado por ejemplo de

Los dormitorios de otras personas

La relación de las aves con el agua

Grandeza y ridículo del enamorado

El melocotón

Los hogares del pequeño camello

La personalidad escindida del gato

Rock progresivo. Pompa y rechifla.

Muerte de Lorenzo da Ponte en New York

Elogio del vello púbico

El Doppelgänger

Mecánica del aplauso

Los cuadros feos

¡Compórtese, no me exhiba su virtud!

Vindicación de Paul McCartney

Remordimiento y perdición de Raymond Bell, soldado, cocinero y el hombre que mató a Anton Webern (o Los Peligros del Tabaco)

El beso, oh

El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones: de Les Enfants du Paradise a Silvio Berlusconi

John Taylor, el cirujano declamatorio que dejó ciegos a Bach y Händel, un figura.

Decadencia del moustache

Jean-Jacques, qué hartos nos tienes

Instrumentos musicales que nunca prosperaron.

El anacrónico ciervo

Bowie y los vestiditos

Historia de la psicodelia en España. La Confraria de Bevedors de Vi.

El patio del colegio

El silencio tras la fiesta

Linneo. Flores y genitalia

Una visita a la cárcel…

No sé, ya pensaré algo. En todo caso nos vemos por aquí.

Hoteles

15 lunes Jun 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Lugares

≈ Deja un comentario

Etiquetas

hoteles, infierno

La sustancia siniestra de los hoteles es una construcción mítica profundamente arraigada en el imaginario colectivo. Puede que un puñado de películas hayan condicionado nuestra manera de percibirlos, pero es que hay tanto en ellos que nos recuerda la idea del infierno.

Extrañeza y repetición. El que se aloja en un hotel -especialmente si se aloja solo- está de paso en otra ciudad, separado de su mundo, del tejido de costumbres y afectos que mantiene a raya los peligros que acechan dentro de nosotros.

Todas las habitaciones se parecen entre sí, con ligeras e inquietantes variaciones. En los casos más afortunados se intenta conjurar los plácidos goces del hogar, pero nunca con éxito. Los objetos revelan fatalmente su procedencia de compras masivas. Todo tiene esa existencia precaria del atrezzo. A veces descorres una espesa cortina y descubres el espanto de un patio angosto de plomo, también está el agua de sus grifos que sabe a ceguera. Cuando alguien ocupa un decorado es porque está siendo observado.

Largos pasillos idénticos a sí mismos en cada planta. En cada uno hileras de puertas casi siempre cerradas. Detrás de ellas, aislados, hombres, mujeres, familias. Se visten, se miran al espejo, se quitan la ropa, se aman, practican abluciones, se acicalan, defecan. Cada uno de ellos arrastra al pequeño espacio que ocupa sus vicios incurables de carácter, los errores cometidos, lo ya irremediable, sus dramas domésticos y sus íntimas felicidades. A veces les llegan por paredes y cañerías evidencias deformadas de la actividad de los otros. Cada puerta lleva escrito un número.

A ciertas horas un hotel es un vasto lugar en silencio ocupado por durmientes, una colmena de sueños.

Monjas

07 domingo Jun 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Oficios

≈ 2 comentarios

Etiquetas

monjas, niños, recuerdo

Mis padres pertenecían a familias de tradición republicana y durante buena parte de su vida fueron ateos prácticos. Sin embargo me llevaron de pequeño a un colegio de monjas. No juzgo con severidad tales contradicciones, yo mismo he heredado cierta falta de coherencia en mis ideas, lo que si por un lado te inclina a la tolerancia por otro es un serio obstáculo para llegar a algo en la vida.

Ese colegio todavía existe, igual que el nombre algo voluptuoso de Siervas del Evangelio. Un palacete decimonónico que entonces albergaba tras sus muros huertas y árboles. Mis primeros recuerdos vienen de ahí, donde antes de ser capaz de escribir ya me iniciaron en las dulzuras de la mariolatría, los dramas bíblicos y sus violencias (me fascinaba en un libro la imagen del tronco decapitado de Goliat, un bravo David con la honda todavía vibrando y un enjambre de filisteos huyendo en desbandada). Te hablaban de un dios que era como tú un niño y que moriría joven y de modo atroz. Y lo haría por ti, por los feos actos que te esforzarías en balbucear al confesarte por primera vez, arrodillado en un gran mueble hecho de madera y oscuridad, híbrido de piano y patíbulo. Con siete años te vestían como si fueras a embarcarte y te sumergías en una ceremonia ritual colectiva. Recitaciones y respuestas. Vasos sagrados que parecían rescatados de un tesoro. El mismo dios que creó el mundo y al final del tiempo te juzgaría, era depositado en tu lengua. Uno se daba cuenta de que nada cambiaba, pero la decepción se desvanecía pronto porque era Mayo y todo en ese día era memorable. La gran juerga de la infancia.

Una mitología compleja y refinada, no exenta de ñoñería. Luego hay que vivir toda una vida con ella. He conocido a gente más joven, donde esa función dispensadora de mito y escalofrío la cumplió con solvencia Star Wars y no somos tan diferentes.

Era el lugar de las monjas. Un mundo estéril de orden y silencio, donde habitaban esas mujeres con su extrañeza de pájaro enorme.

El uniforme no lograba anularlas. Los rasgos de algunas permanecen. La que nos ponía a dibujar era la más joven de todas. Incluso tan pequeño tenías conciencia de su fragilidad y su tristeza. Yo la encontraba hermosa. Tenía un eccema en una mano que procuraba esconder.

Había otra, gorda, formidable, que reía mucho, se ponía colorada y se palmeaba los muslos como una campesina ucraniana del realismo socialista. Se entendía perfectamente con los niños y no pintaba demasiado en aquel pequeño estado.

Porque eso, quién manda, es algo que el niño percibe con asombrosa precocidad. La desabrida segunda de a bordo daba la sensación de un hombre disfrazado de monja, un hombre absurdamente parecido a Cesare Pavese. Nuestra primera exposición a lo que podríamos denominar el alma árida del burócrata. En ocasiones aparecía la directora, una abuela no muy alta de gafas redondas, con una autoridad tranquila, escéptica y vaticana.

Entiendo que con las primeras imágenes que perviven de los años inaugurales de la vida construimos un relato legendario y fraudulento. Tampoco me cuesta imaginar aquel palacete como una cárcel de neurosis e insomnio, sus ventanas cegadas por la escarcha de la monotonía, la renuncia y la envidia.

Pero quiero creer que existió una escalera con aspidistras que ascendía a la secreta tercera planta, inundada de luz. Que una gruta de piedra se elevaba como un sueño entre los surcos de un huerto, en su interior el temblor de las velas y una blanca divinidad femenina. Que unos cuantos nogales y plátanos eran un bosque y en otoño el suelo se cubría de hojas muertas, que la sangre de un niño herido tiñó de rojo oscuro un charco y que en verdad ocurrió el sonido de las campanas ahuyentando a los pájaros y el sabor a tierra de las nueces.

Mendigos

01 lunes Jun 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Oficios

≈ Deja un comentario

Etiquetas

calles, mendigos

Son tan viejos como la civilización pero existen al margen de la historia. Escindidos irremediablemente de la vida común de los hombres, aislados en un mundo sin privacidad, sin fruto y sin futuro, han seducido a artistas y a fundadores de religiones.

La lentitud mineral de su tiempo aparece como un viento de catástrofe en las páginas fosilizadas de Beckett, una arena de parálisis que disuelve todo a su paso en una última derrota. Los de Jean Genet, violentos, bronceados tunantes, tienen la vitalidad de personajes mitológicos, Cioran se rinde a su condición indescifrable de seres que parecen haber brotado bajo los surcos. En M de Fritz Lang un tribunal subterráneo de mendigos condena a muerte al monstruo. Buñuel les tiene el respeto suficiente para no usarlos como símbolo. No se hace ilusiones con la santa pobreza, sus mendigos son malvados –que esa y no Lola Gaos levantándose las faldas es la gran blasfemia de Viridiana-.

No hablo del profesional de la mendicidad y su truculenta exhibición de llagas y mutilaciones. Hay una voluntad de supervivencia en ellos. No hablo de los hombres y mujeres que arrastran carros llenos de hierros viejos, recolectores de objetos ínfimos que han pasado por diez muertes y que aún circulan por canales que ignoramos en una conmovedora, secreta economía de lo humilde. Tampoco de los tocados por la desgracia, del desamparo de los que todo lo han perdido, arrojados a la intemperie de un mundo inclemente.

Hablo del mendigo que bebe su vinazo al sol, a porta gayola, dando voces. A veces furioso, a veces riendo, asombrado de respirar y escuchar su propia voz cuando sabe que hace tiempo que camina por el reino de la muerte, en ese éxtasis que conocen los que conducen en dirección contraria.

Su presencia terrosa, la tosca astucia en sus ojos pequeños, su olor a fogata y a basura, irrumpían a veces en mis sueños de nene burgués. Nunca nos abandonan a lo largo de nuestra vida, avisos, epifanías de un mundo arcaico hace tiempo olvidado, versión grotesca de la infancia o anticipo apocalíptico de una posible humanidad claudicante.

Me topé una vez con un mendigo fabuloso, el archipobre, el arcángel de los mendigos. Como en una parábola se había desplomado en una esquina situada frente a un kiosko de mi ciudad, conocido como el drugstore, regentado veinticuatro horas al día por una mujer desabrida a la que la leyenda urbana atribuía una inmensa riqueza. Tumbado cuan largo era (y era un hombre alto) con los brazos abiertos, el grueso abrigo extendido, le rodeaban perros, una cornucopia de perrazos en cuyo centro, como una Venus piojosa en su concha, él tenía los ojos fijos en el cielo, una sonrisa de beatitud asomando por sus negras barbas. Entre sus piernas abiertas colgaba una polla enorme, miguelangelesca.

Una pareja no paró de hablar durante un viaje nocturno en autobús. El viaje y el alcohol les mantenían en un estado de jovial excitación. Se animaban entre sí, se hacían chistes con una voz desdentada. Iban a cambiar de aires, en Granada ella tenía enterrado un hijo. Decían que no se moverían ya de allí hasta que murieran. Para cuando llegara el autobús probablemente habrían cerrado los albergues y tendrían que pasar la noche en la calle. A veces canturreaban algo.

Una mañana, una mañana magnífica, volvía de pasar la noche en una casa del Albaicín. Tras una tapia apareció de un salto, comiéndose una pera recién cobrada. Los pantalones sujetos por una cuerda. Yo había estado con él en el colegio, muy de pequeños. Me reconoció, me llamó por mi nombre y me pidió dinero. Se lo di.

Hoy al despertarme los he recordado y ruego por ellos y por todos nosotros al buen dios de los mendigos, precario y borracho, grasiento, menoscabado. Que nos libre siempre del frío, de la lluvia y el rayo.

beggar (2)

Pieter Jansz Quast (1606-1647)

Follow Desesperación y Risa on WordPress.com

Archivos

  • marzo 2023 (2)
  • febrero 2023 (1)
  • enero 2023 (4)
  • diciembre 2022 (4)
  • noviembre 2022 (2)
  • septiembre 2022 (2)
  • agosto 2022 (2)
  • julio 2022 (1)
  • junio 2022 (2)
  • mayo 2022 (1)
  • abril 2022 (3)
  • marzo 2022 (1)
  • febrero 2022 (1)
  • enero 2022 (1)
  • diciembre 2021 (2)
  • noviembre 2021 (1)
  • octubre 2021 (2)
  • septiembre 2021 (3)
  • agosto 2021 (2)
  • julio 2021 (4)
  • junio 2021 (4)
  • mayo 2021 (4)
  • abril 2021 (3)
  • marzo 2021 (2)
  • enero 2021 (1)
  • diciembre 2020 (4)
  • noviembre 2020 (4)
  • octubre 2020 (2)
  • septiembre 2020 (3)
  • agosto 2020 (2)
  • julio 2020 (2)
  • junio 2020 (5)
  • mayo 2020 (3)
  • abril 2020 (3)
  • marzo 2020 (6)
  • febrero 2020 (3)
  • enero 2020 (3)
  • diciembre 2019 (5)
  • noviembre 2019 (4)
  • octubre 2019 (4)
  • septiembre 2019 (4)
  • agosto 2019 (3)
  • julio 2019 (5)
  • junio 2019 (4)
  • mayo 2019 (2)
  • abril 2019 (3)
  • marzo 2019 (5)
  • febrero 2019 (4)
  • enero 2019 (4)
  • diciembre 2018 (4)
  • noviembre 2018 (4)
  • octubre 2018 (5)
  • septiembre 2018 (2)
  • agosto 2018 (3)
  • julio 2018 (2)
  • junio 2018 (1)
  • mayo 2018 (3)
  • abril 2018 (1)
  • marzo 2018 (3)
  • febrero 2018 (4)
  • diciembre 2017 (3)
  • noviembre 2017 (1)
  • octubre 2017 (2)
  • septiembre 2017 (2)
  • agosto 2017 (1)
  • julio 2017 (4)
  • junio 2017 (1)
  • mayo 2017 (2)
  • abril 2017 (1)
  • marzo 2017 (1)
  • febrero 2017 (2)
  • enero 2017 (2)
  • diciembre 2016 (4)
  • noviembre 2016 (2)
  • octubre 2016 (2)
  • septiembre 2016 (4)
  • agosto 2016 (2)
  • julio 2016 (2)
  • junio 2016 (4)
  • mayo 2016 (5)
  • abril 2016 (4)
  • marzo 2016 (4)
  • febrero 2016 (4)
  • enero 2016 (2)
  • diciembre 2015 (4)
  • noviembre 2015 (3)
  • octubre 2015 (2)
  • septiembre 2015 (4)
  • agosto 2015 (4)
  • julio 2015 (4)
  • junio 2015 (5)
  • mayo 2015 (4)
  • abril 2015 (4)
  • marzo 2015 (5)
  • febrero 2015 (5)
  • enero 2015 (6)
  • diciembre 2014 (6)
  • noviembre 2014 (6)
  • octubre 2014 (3)
  • septiembre 2014 (9)
  • agosto 2014 (9)
  • julio 2014 (11)
  • junio 2014 (5)

Categorías

  • Arte (3)
  • Aventuras de un señor de mediana edad (9)
  • Cine (13)
  • Desde la colina blanca (7)
  • Este blog (7)
  • Examen de conciencia (52)
  • Historias (11)
  • Libros (6)
  • Lugares (17)
  • música (8)
  • Mi oficio (2)
  • Observaciones (158)
  • Oficios (7)
  • política (28)
  • Retratos (17)
  • Sin categoría (4)

Prácticas de Tiro

Contradiós

Blogs que sigo

  • W
  • Los trabajos
  • Capricho Cinéfilo.
  • Carmen Pinedo Herrero
  • El paseante invisible
  • Pregúntale al Perro
  • Classics Today

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.

W

naipes, informes

Los trabajos

I will yes

Capricho Cinéfilo.

Blog de Fernando Usón Forniés sobre análisis cinematográfico.

Carmen Pinedo Herrero

el blog de Salvador Perpiñá

El paseante invisible

el blog de Salvador Perpiñá

Pregúntale al Perro

Classics Today

el blog de Salvador Perpiñá

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Seguir Siguiendo
    • Desesperación y Risa
    • Únete a 154 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Accede ahora.
    • Desesperación y Risa
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Acceder
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...