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Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos mensuales: agosto 2018

Septiembre es de derechas

30 jueves Ago 2018

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

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iluminaciones, septiembre

Hace ya unos cuatro años que vivo en una casa con un patio. En mi patio hay un galán de noche de floración tardía que en torno a estas fechas, casi en septiembre, empieza a impregnar el aire de la noche con ese perfume denso, folclórico y un poco cursi, que muchos detestan pero a mí me complace. Tarde, muy tarde, lo sé. Sin embargo esa incompetencia vegetal, criaturica, provoca un efecto paradójico. Como una fraudulenta magdalena de Proust me trae, ya cercano el otoño, los falsos recuerdos de un verano en que debiera haber olido a galán de noche pero no, un verano que no fue. Así en tantas cosas. Últimamente me complazco en evocar, no sin melancolía, posibles vidas que nunca tuve, caminos no seguidos fruto de elecciones diferentes a las que tomé. Junto al nuestro fluyen innumerables otros destinos que podrían haber sido. Los recorro con fruición. Quizás os parezca ocupación vana y hasta extravagante. Esperad a seguir leyendo.

En todo caso es llegar a casa bien entrada la noche, abrir el portón de hierro y me recibe la efusión de sus flores, esa españolada, y me hace sentir bien porque me habla de la inminencia de septiembre y septiembre, como ya me habréis leído en estas páginas, es un mes que me gusta mucho. No me expresaría ahora de un modo tan sentimental como entonces. De septiembre he llegado a apreciar su prosaísmo y su vitalidad. Tras el verano, territorio de lo excepcional, con su suspensión de la realidad, septiembre supone el retorno de lo habitual. Bares, colegios y ferreterías abren de nuevo sus puertas. Esa repetición, esa cadencia articula la vida, me la hace inteligible. Cielos estrellados, amaneceres, bosques y torrentes no son ya para mí lugares de epifanía. El sonido de las persianas del comercio al levantarse, el bordoneo familiar del motor del autobús, el martilleo en el taller del chapista, el tintineo de las tazas en las cafeterías, el grito arcaico del lotero (¡veinte iguales para hoy!), el humor bullicioso de los repartidores de butano, ese folloncillo vivaz de los barrios a primeras horas del día, bajo un sol bostezante, es mi libro de las revelaciones donde, traspasado de eternidad, me sale un beethoveniano «Es muß sein!«, así debe ser, para siempre. A eso hemos llegado, yo, que de niño quería ser astronauta. Qué desastre.

catala

Francesc Català-Roca

Vita Nuova

17 viernes Ago 2018

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

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autoayuda, buenos propósitos

Hoy cumplo una cantidad indecente de años. Ya no hay excusas ante la gravedad de la situación. Ya está bien de simplemente dejarse vivir, voy a cambiar y a hacer de cada instante de mi vida una experiencia única, enriquecedora en lo personal y de alto valor pedagógico para mis contemporáneos. He de llegar a conocerme a mí mismo, descubrir y aislar mis vicios de carácter, profundizar en ellos, dilatarlos hasta dimensiones jamás soñadas. Quiero que mi nombre acabe siendo recordado con una mezcla de incomodidad y hastío.

Tengo que odiar más. El odio merecido no me es suficiente. Odiaré de forma aleatoria, desinteresada. Cada mes elegiré a una sola entre las personas que conozco por riguroso sorteo y dedicaré las semanas siguientes a envidiar cuanto posee, a deplorar sus hábitos y peculiaridades, a hablar mal de ella a sus espaldas. Nada me detendrá, utilizaré la calumnia y, si son autónomos, la delación fiscal.

Tiraré piedras a las palomas, difamaré a los hippies, arrojaré petardos en los velatorios, haré muecas espantosas a los bebés que vea por la calle para hacerlos llorar. Si ya tienen más de seis años les robaré sus caramelos o les ofreceré tabaco. Aprenderé a tocar un instrumento, cualquiera me vale con tal de que sea estridente y molesto. La gaita y el acordeón me seducen con el encanto de lo pintoresco. Me echaré a reír yo solo en los transportes públicos, creando una densa inquietud a mi alrededor. Me acercaré a las mesas de las terrazas donde se divierte la juventud dorada y hablando en voz baja -que tengan que inclinarse para entenderme- les recordaré que su futuro será una cadena de desengaños y que todos hemos de morir. Luego me alejaré dando unos graciosos saltitos.

Me esforzaré más que nunca y trabajaré mucho. Tras despojarme de todo rastro de personalidad en mi escritura seguiré todas las tendencias del momento. Abusaré del lugar común y, a ser posible, plagiaré con desparpajo. Ganaré mucho dinero que gastaré en largos viajes por el mundo, donde solo visitaré polígonos industriales. Allí me haré selfies mal encuadrados que colgaré en las redes sociales junto con citas falsas de poetas.

Fumo poco, tengo que fumar mucho más. Eliminaré de mi dieta todo alimento natural y me nutriré tan solo de productos procesados muy baratos y cantidades absurdas de churros. Aprenderé a combinarlos de manera que me sienten como un tiro y la melancolía y el mal humor del dispépsico se vuelvan en mí una segunda naturaleza.

Buscaré el trato de artistas sin talento, exhortándolos a abandonar su embrutecedora plaza en la administración y dedicarse a perseguir sus sueños. Alcanzaré un dominio virtuoso en el manejo del matamoscas. Quiero que ese insecto pacífico y coñazo sepa lo que es el miedo.

Otrosí, me haré coser un traje de fallera con el que acudiré en cada convocatoria a mi colegio electoral. Allí, mostrando modestia y recato pero sin olvidarme de guiñar un ojo al guardia jurado más desabrido que vea, depositaré papeletas de partidos de extrema derecha decoradas con dibujos obscenos a bolígrafo.

Elegiré una iglesia con un párroco ya entrado en años. Acudiré todos los días a confesarme, siempre a la misma hora, empapado en alguna fragancia varonil y pasada de moda. Combinaré en mi confesión obsesivos escrúpulos teológicos con pecados inventados, ora insignificantes, ora tremendos, usando en todo momento un lenguaje inclusivo para desconcertar y hacerle odiar al pobre cura el momento en que abrazó los hábitos

Difundiré noticias falsas en las redes sociales, daré consejos no solicitados. Escribiré horrendos estados machistas, reaccionarios, insolidarios, hasta que todos mis contactos me bloqueen, asqueados. Cuando queden apenas diez amigos, sabré que estos o bien me quieren mucho o bien son unos fascistas irrecuperables. A los que me quieran los trataré mal y los insultaré hasta minar su paciencia. A los fascistas propiamente dichos les enviaré por privado videos de Spanish Revolution. Expulsado definitivamente de Facebook, podré por fin dedicar todo mi tiempo al silencioso ejercicio del mal.

Esos son mis sueños. Dame, Señor, en este día de mi cumpleaños la fuerza y el coraje para ser digno de ellos.

No te alejes mucho de la orilla

15 miércoles Ago 2018

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

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mar, niñez

La vida, el salto infrecuente de lo inerte a lo animado, dio comienzo en el mar. Los viejos mitos recogieron esa idea con asombrosa intuición. Afrodita nace de las mismas olas donde los violentos héroes homéricos se lavaban el sudor y la sangre tras sus pillajes nocturnos; Anacreonte, en un luminoso fragmento rescatado de los naufragios del tiempo, se zambulle en las aguas desde una blanca roca, borracho de amor.

Con la desaparición del mundo pagano la playa se transforma en el lugar del espanto. Frontera última que se abre a un reino vasto de galernas, en cuyas profundidades conviven los monstruos y los huesos innumerables de los ahogados. «Full fathom five thy father lies/Of his bones are coral made/ Those are pearls that were his eyes». Muerte y miasmas. Es por ellas por donde entraba el enemigo y sus devastaciones, también las enfermedades que diezmaban continentes.

El siglo XIX y sus entusiasmos higienistas redescubren la playa como lugar saludable, también como el lugar del placer. El siglo XX la encumbra definitivamente como decorado del ocio vacacional. Lartigue, Picasso y los Beach Boys construyen una leyenda bronceada de ligereza, juventud y pura alegría que acabará degradada en anuncios de refrescos, diseños de pinball o las candorosas canciones del verano.

Los niños aman el mar. La cadencia de las olas, ese sobrio prodigio que nunca se ha detenido, es el rumor de los más antiguos recuerdos, también más adelante de los misterios del deseo. Forma de sociabilidad adulta, seguimos hallando placer en esa frescura que nos acoge, pudiendo matarnos, en la sensación de ingravidez y riesgo, inmersos en algo, como el tiempo, mucho más grande que nosotros. Desnudez y juego, libre de las ataduras y servidumbres de los días. Vemos envejecer nuestros cuerpos y los de los amigos, pero sigue estando la risa y la emoción primera.

Escribo esto en penumbra con las cortinas echadas, mis gatos abdicando provisionalmente de su dignidad principesca, desparramados por los rincones en sombra en busca de algún alivio mientras fuera un sol de catástrofe ajusticia las horas. Hay días malos, días en que a uno le cuesta mirar hacia atrás con orgullo o hacia delante con esperanza, en esos días uno convoca aquellas imágenes, muy imprecisas, muy simples, pero que aún asisten como la posibilidad de una alegría que nada nos puede arrebatar. Hemos conocido aquella luz, aquella espuma, aquel abandono, jugando bajo la inmensa bondad azul del mundo.

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