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Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos mensuales: mayo 2015

Una librería

25 lunes May 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

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libros, Ubú

En la ciudad en la que vivo, equidistante de un convento y una capitanía general, se encuentra la morada de Ubú. En ese pequeño recinto, auténtica cueva del tesoro, se esconde más espíritu que en los templos y más coraje que en cien cuarteles.

Quien tenga tiempo para demorarse en su interior encontrará lechos marinos y torres, adulterios y galaxias, arponeros y monjes flagelantes, los múltiples nombres de dios, mapas, naufragios y tormentas, forajidos, pájaros y rosas, extraños grabados, ojos abiertos en la oscuridad, emboscadas, racimos de uvas, caballos, rinocerontes, asesinos, santos y burgueses, el silencio, la luz, la aventura, números, rebeldía y misterio, la fiebre, los caminos secretos de la sangre.

Dos hermanas defienden ese reino contra el zumbido de la realidad y sus cansancios. Nada trivial hay en sus estanterías, nada que no haya sido escogido con la generosa disciplina de un alto gusto. Raros libros recién salidos de la imprenta, libros que tuvieron dueño, que formaron parte de vidas y que tras alguna catástrofe personal vuelven a circular, iluminando las de otros.

Yo me inclino ante sus manos y su inteligencia, ante el simple milagro de su presencia insensata, obstinada, que irradia bien y belleza. Su labor es solo en apariencia modesta. En su desafiante fragilidad sostienen el mundo, lo justifican, dando sentido cuando la barbarie crece. Su lucha es la nuestra. Lugares así son nuestra cura y nuestra esperanza.

Conspiración y utopía

18 lunes May 2015

Posted by Salvador Perpiñá in política

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conspiración, política, revolución

Una de los aspectos más enojosos de la Red es la frecuencia con la que uno se topa con propagadores de teorías de la conspiración. Está la modalidad abiertamente delirante, usualmente encabezada por “la verdad que los medios no quieren que conozcas”: el ataque contra el World Trade Center fue un autoatentado para justificar la posterior guerra de Iraq, el tsunami que asoló en el 2004 el sureste asiático o el accidente del Airbus A320 de Germanwings fueron el resultado de experimentos militares de ya sabéis quién, Goebbels impuso la afinación de instrumentos musicales a 440Hz en vez de a 443Hz -que es la que mola, ya que “vibra en los principios de la media de oro PHI y unifica las propiedades de la luz, tiempo, espacio, materia, gravedad y el magnetismo con la biología, el código del ADN y la conciencia.” (sic) -, el hombre nunca llegó a la luna, las vacunas son difundidas por la industria farmacéutica con la intención de diezmar la población en África etc… Pura superstición medievalizante que sólo puede difundirse desde la ignorancia, el odio o la maldad. A su manera son pintorescas y casi inspiran ternura.

A un nivel más razonable encontramos una visión según la cual, con mayor o menor grado de concreción, un puñado de personas dirige el mundo. Desde sus fabulosos despachos de leyenda, codiciosos, sonrientes, hipertensos y embalsamados en intensas lociones aftershave, deciden nuestro futuro, planifican procesos históricos, diseñan minuciosamente los contenidos de los mass media para condicionar y programar nuestra mente. Ejemplos de esta manera de pensar los tenemos en la convicción ampliamente compartida de que la presente crisis fue meticulosamente proyectada para acabar con los derechos laborales duramente conquistados o que los gobiernos recortan en educación y cultura a fin de obtener generaciones estupidizadas y sumisas, incapacitadas para el pensamiento crítico.

Los que pensamos que semejante razonamiento sobrevalora hasta niveles mitológicos la inteligencia de las élites somos minoría. No negamos que existan fabulosas, feroces condensaciones de poder sin escrúpulos, ni su papel decisivo en los acontecimientos. No estamos ciegos. Simplemente tendemos a pensar que la realidad es una compleja interrelación de fuerzas en permanente conflicto, donde el error, el desorden, la improvisación a corto plazo y el mero azar juegan un papel nada desdeñable.

Aunque parezca lo contrario, este último no es un pensamiento confortable, ya que no proporciona consuelo. Nos resulta muy difícil encajar la falta de sentido de la historia y la amenaza de lo imprevisible, por eso necesitamos construir una narración donde tras cada desgracia exista un plan perfecto y unos culpables claramente definidos.

Porque a su vez la retórica de la conspiración tiene su correlato en la nostalgia de la revolución. Si el Mal pude moldear la historia a su antojo, el Bien también puede hacerlo. Lucharemos entonces contra esa unión inextricable de infamia y principio de realidad que llamamos sistema, derribaremos estructuras caducas y construiremos resplandecientes puentes hacia el futuro, desterraremos definitivamente viejos hábitos, cambiaremos el nombre de las cosas y si el hombre no ha estado hasta ahora a la altura crearemos un hombre nuevo.

Lírica, generosa, con la irrefutable frescura de lo nuevo, cargada de eros, qué pálida, timorata y gris aparece a su lado la modesta creencia de los escépticos. No ignoramos que muchas de las felicidades de las que gozamos se han conquistado a hostias, pero seguimos defendiendo la silenciosa dignidad de lo posible, el lento, enojoso, ingrato combate de la razón contra la injusticia y la brutalidad, sin milagros ni atajos, donde cada victoria es siempre provisional e imperfecta. No es algo que exalte, es de hecho la antipática admisión de una derrota, pero a aquel que no se hace demasiadas ilusiones es más difícil engañarle. Espero que en las elecciones de este fin de semana una deprimente confirmación en sus puestos de aquellos que se han mostrado incompetentes o indignos no haga que me tenga que tragar mis palabras. Que tampoco sería la primera vez, para qué nos vamos a engañar.

Sumisión

10 domingo May 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Libros

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distopía, Houellebecq, islamismo

Michel Houellebecq ha escrito el mismo libro de siempre y esta vez lo ha hecho con cierta dejadez. No hay que ser demasiado severo, todo autor tiene sus caídas. Algunos momentos alucinatorios de “La Posibilidad de una Isla” y una inmersión en universos domésticos a lo Simenon en la segunda parte de “El Mapa y el Territorio” apuntaban hacia posibles variaciones de su imaginario. Esta vez, sin embargo, ha decidido seguir el impulso que Hitchcock denominaba “run for cover” y ha regresado a territorio familiar. Esa suma de reiteración y desaliño acaba por hacer molestas sus particularidades. Lo que antes defendíamos como personalidad se nos aparece ahora como una serie de tics: el sempiterno protagonismo de su alter ego -antihéroe existencialista, depresivo y rijoso-, diálogos discurso cuya irrealidad se intenta maquillar con el minucioso conteo de las delicatessen que François ingiere y las copas que mientras tanto se pimpla, el hábito de organizar toda una novela en torno a una idea fuerza de desafiante incorrección política. Houellebecq es un escritor de ideas.

-Oiga, joven. ¿Qué escribe ese tal Houellebecq?

-Novelas de tesis.

-¡Coño, como Gironella!

Su mala leche sigue intacta y al lector devoto le esperan algunas carcajadas. Hay fulgores: un estudio comparado de videos en YouPorn, una perturbadora imagen de devastación en una gasolinera, una magnífica escena final. Aun en las ocasiones en que resulta fallido no puede dejar de ser interesante. Houellebcq no se hace ilusiones y le trae sin cuidado que le consideremos un alma bella, lo cual le dota de un ojo penetrante para captar el espíritu del tiempo. En ese sentido no hay queja. La propuesta de su novela –no desvelo nada si recuerdo que especula con la posibilidad de una islamización de la República Francesa- es provocadora y sugestiva, la descripción de los mecanismos sociológicos, políticos y culturales que harían posible semejante mutación tiene la brillantez habitual. Sin embargo, entusiasmado por el brío del discurso, ha descuidado la carpintería exigente y modesta de la verosimilitud. En este caso, además, su misoginia le ha jugado una mala pasada. Al obviar por completo la reacción de las mujeres ante un proceso de semejante calado, asesta un golpe mortal a la credibilidad del relato, que entonces deviene parábola y hasta chiste privado.

Pese a lo que podría imaginarse, “Sumisión” no es un libro islamófobo. Al contrario, jamás había leído argumentos a favor de la religión islámica más persuasivos que los pronunciados por algunos de sus personajes.

Sumisión.indd

¡Qué boda aquella, amigos!

04 lunes May 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Aventuras de un señor de mediana edad

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amistad, árboles, boda, niños, sol

Hay un motivo por el que prolifera el lujo insensato de cubrir extensiones con césped en los países meridionales. Cuando el sol cae sobre él a mediodía se produce una sensación exaltante de irrealidad. Al llegar nos topamos con sombrillas blancas y niños corriendo entre las mesas. Una copa de vino aparece en tus manos. Cegado por la luz te encuentras a decenas de personas que conoces, algunas han formado parte de una etapa de tu vida. Un gigantesco plátano de sombra extiende bíblicamente sus ramas sobre todos nosotros. Abrazos, reencuentros, una euforia generalizada tras las gafas de sol, la misma vestimenta algo diferente a la habitual, todo contribuye a crear una absurda sensación de experiencia post mortem. Al fondo, más allá del césped, hay un camino flanqueado por árboles a lo Fra Angelico, una hilera de mujeres jóvenes, vestidas de negro con delantales blancos, marcha por él portando bandejas, buenas chicas, trabajadoras esperando el fin de su jornada y la vuelta a su vida mientras nosotros nos creemos en la eternidad.

*   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *

Bien es verdad que no fue una boda típica, pero más adelante la novia arrojó al aire el ramo de flores y una chica lo recogió entre risas. En esa mezcla granítica de narcisismo y sentimentalidad que podemos llamar pensamiento adolescente, se desprecian los ritos nupciales, somos demasiado listos, demasiado complejos para repetir esas convenciones, esa representación de afectos, para consentirnos compartir con el común de los mortales y todos aquellos que nos precedieron esos tiernos simulacros, reflejos degradados de gestos más antiguos que el plátano que a estas horas, todo hay que decirlo, está majestuoso. Luego, curiosamente se acaba creyendo en la energía o, como oscuros clérigos medievales, oponiéndose con espanto a los transgénicos. A mi me entra una risa. Los niños corren por el césped en un tiempo que no es el nuestro, entregados a sus asuntos. Los adultos, de momento, seguimos bebiendo.

*   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *

Mis amigos tienen un grupo de rock, simplemente para divertirse y bien entrada la tarde, cuando la luz lo doraba todo, cogieron los instrumentos. Un vientecillo hacía volar pequeños vilanos desde la copa del plátano. Él también quiere perdurar.

Standin’ in the sunlight laughin’
Hidin’ behind a rainbow’s wall
Slippin’ and a-slidin’
All along the waterfall
With you, my brown eyed girl
You my brown eyed girl

Do you remember when we used to sing?

Sha la la, la la, la la, la la, la te da
Just like that

Sha la la, la la, la la, la la, la te da
La te da

¿Y sabéis?, en ese momento todo era perfecto, bailar sobre el césped rodeado de niños y vulanicos, corear las canciones a grito pelao, olvidar la existencia del miedo y del mal en el día de la boda de nuestros amigos, porque como dijo el gran Ángel “su felicidad multiplica la nuestra”. Sí, joder, sí.

*   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *

La noche acaba por caer. Se encienden hileras de bombillas como en una vieja verbena. La luna asoma entre las ramas del plátano, que se va haciendo más antiguo a pasos agigantados. Vamos quedando menos. Desde el corazón negro de los surcos de la vega, el olor heroico del estiércol se extiende entre las mesas con vasos a medio vaciar. Algunos seguimos haciendo el camino hacia la barra de las bebidas, en ese momento de las fiestas en que hay una sensación de naufragio, un algo desesperado, como si fuera de allí una guerra acabara de empezar. Las pobres camareras estaban ya cansadas, intentando mantener el tipo. Me encontré con un conocido en la barra, no sabemos demasiado el uno del otro, creo que en ese momento nos percibimos mutuamente como unos crápulas. Llevaba un tosco ramillo de flores. Hice las bromas de rigor. Él me explicó.

– Me lo han dado antes unos niños.

– Eso es muy bonito, hombre.

– Y no voy a tirarlo.

– Ni se te ocurra.

– Claro que no. Está bendecido.

Y me lo dice así, como quien no quiere la cosa. Qué clarividencia. Los niños, que le pintan una cara al sol y saludan a los barcos al pasar

*   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *

A una amiga se le fue un poco la mano con las copas. Mareada, se deslizó entre unos arbustos, se acurrucó y se quedó dormida. Cuando despertó, todos nos habíamos ido. No sé como las arregló para llamar un taxi y volver a casa. Y allí, en la oscuridad, solo quedaron para siempre el plátano imperturbable y sus zapatos.

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