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Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos mensuales: abril 2015

Prosa de circunstancias

27 lunes Abr 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

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libros

(Breve texto leído durante la “Fiera del Libro”, fiesta organizada por la Asociación Diente de Oro y la Editorial Cuadernos del Vigía en la sala La Expositiva, con motivo del Día del Libro).

Estamos hechos de polvo estelar, un hervor de neutrinos, leptones y quarks. Condensaciones de tiempo y energía que de forma espontánea se organizan hasta adoptar la forma de una jirafa o de un señor de Lucena. Parásitos sobre la superficie de un planeta de aspecto cursi, perdido en los extrarradios de una galaxia cualquiera, le hemos puesto nombre a las cosas y hemos dado en registrar esos nombres para librarlos de la muerte. A tal efecto y con el tiempo hemos creado un elegante dispositivo que llamamos libro, un artefacto refinadísimo, que ha cumplido admirablemente su misión de transmitirnos conocimiento, belleza y placer.

Puede que no dure siempre, no al menos como lo hemos conocido, puede que lo que vivamos sea ya una fase crepuscular, pero podemos hacer que sea larga y esplendida.

Al final de “Eyes Wide Shut”, la última película de Kubrick, hay un enternecedor diálogo conyugal:

-¿Y sabes?, hay algo muy importante que debemos hacer lo antes posible.

-¿Y qué es?

-Follar.

Todavía queda mucho tiempo hasta que se empiecen a apagar las luces, celebremos mientras el libro. Y sí, hay algo que debemos hacer cuanto antes: leer. Leer como si nos fuera la vida en ello, leer como monjes eruditos confortados por el vino, como una muchacha tumbada en la hierba, como los soldados leen en las trincheras, como si tuviéramos veinte años y el temblorcillo del descubrimiento en los labios, leer hasta petarlo. Sin descuidar el follar, no se me malinterprete.

La desesperación no mola

20 lunes Abr 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

≈ 2 comentarios

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desesperación, entusiasmo

Como ya me tengo muy visto, no puedo dejar de percibir algo fraudulento en las frecuentes celebraciones de la belleza del mundo con las que el lector casual de este blog se habrá topado. Un entusiasmo a veces exagerado, admitámoslo, que me hace parecer un locuaz vendedor de arrobamientos

Porque en ocasiones, como todos, uno se siente mal. Nos asaltan brotes de desesperanza y pánico, presagios, negras epifanías que no hay Bach, amanecer, florecilla o vídeo de gato que pueda aliviar. Teniendo en cuenta que he exhibido aquí asuntos tremendamente íntimos, nada me impediría dar cuenta de esos pensamientos abismales, pero salvo alguna excepción los escamoteo. Es cierto que un mínimo instinto de supervivencia aconseja no mostrar en público tus flaquezas, pero no, no es el pudor estoico, uno no lo hace porque al fin y al cabo quiere que lo lean y sabe que hay cosas que nadie quiere escuchar.

Y es curioso porque, al contrario, una especie de fatalismo cósmico es el tono habitual en las redes sociales. Hable de la pesadilla de vivir en este sistema, de la inevitable destrucción del planeta como consecuencia de nuestros pecados de avaricia, rásguese las vestiduras afirmando que se avergüenza de la condición humana; siempre encontrará un apoyo entusiasta, sus amigos pugnarán en los comentarios por expresar de la manera más contundente su asco y su náusea. Podríamos decir que ése es el pensamiento correcto. En términos políticos el optimismo se considera sospechoso.

Pero vamos a reducir la escala, pasemos de la lejana impersonalidad del Leviatán a las dimensiones del hombre concreto. Atrévase a aplicar ese fatalismo a la vida, a su vida, la de cada uno de nosotros. Pruebe a especular con la posibilidad de que no se cumplan nuestros sueños, de que las cosas no acaben necesariamente bien, intente describir ese miedo que nos sigue a distancia a cada paso que damos y que no queremos mirar a los ojos. Un arbusto seco arrastrado por el viento pasará en medio de un silencio incómodo. Nada. En el mejor de los casos recibirá cariñosas admoniciones de los amigos sugiriendo un cambio de hábitos.

El infierno está en nuestro interior. Todos tenemos el nuestro, pero no se comparte. Nos pasamos una vida construyendo muros de contención para ocultarlo y simulacros de sentido para olvidarlo. Hay que mantenerlo a raya.

Y venga, ya está, no pasa nada. Otro día nos echamos unas risas.

¡Sorpresa!

13 lunes Abr 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

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pasado, revelaciones, sorpresas

A veces recibimos a través de terceros revelaciones imprevistas sobre los demás, se nos refieren actos que no tienen nada que ver con la imagen que nos habíamos hecho de alguien. Puede tratarse de asombrosas debilidades o de algún hecho indigno, un secreto de familia que sale a la luz, también una aventura amorosa jamás sospechada, puede llegar a tus oídos un rasgo cruel o una absurda vanidad, nos enteramos años después de una infidelidad o de un comportamiento inaceptablemente mezquino o bufo.

Hay algo que nos conmociona más allá de la decepción o la ligera sensación de ridículo al haber sido los últimos en saberlo. Es el descubrimiento de que no llegamos apenas a desentrañar la superficie de lo que creíamos conocer. Hay una parte del otro que siempre se nos escapará. Para poder vivir necesitamos establecer una serie de juicios de valor sobre quienes nos rodean, categorías, casilleros en los que los ubicamos para sentir cierta seguridad. La nueva luz que esos hechos arrojan sobre ellos abre una fisura en la realidad que amenaza con poner todo en cuestión.

Podemos estar equivocados incluso respecto a nosotros mismos. La sufrida imagen de nobleza, dulzura y abnegación con la que nos investimos pudiera muy bien resultar falsa, quizás hay dentro de nosotros reservas de vileza, frialdad e ingratitud que somos incapaces de ver. El mundo puede de repente ser muy diferente y en ese otro mundo paralelo ya no nos valen nuestros viejos recursos de orientación.

Es una sensación inquietante, como si al salir una mañana los nombres acostumbrados de las calles fueran otros, como si un buen día el rostro mil veces visto en un cuadro hubiera cambiado su expresión, como si tras los acordes iniciales de una música familiar y querida apareciera una melodía irreconocible.

Domingo de Resurrección

06 lunes Abr 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

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delirios, resurrección

La sabemos insensata, ridícula, fatua, una idea contraria a la lógica de las cosas y, ya puestos, ni siquiera deseable. Pero qué hallazgo el de la resurrección, qué atrevimiento, qué esperanza delirante.

Uno la puede imaginar como un hecho furtivo, de una sencillez aterradora, algo que ocurre a primeras horas, durante ese asombro que es el principio mismo del día. Hay siempre un momento previo en que el silencio se ahonda y cesan finalmente los sonidos de la noche. Dura apenas un instante, el canto de los pájaros no tarda en romperlo. La voz primera de uno da comienzo a todo, los demás se van sumando mientras la luz, lenta, imparable, empieza a disolver la oscuridad. Del negro a un gris que ya contiene el azul final. Aparece el color de las cosas y la frágil, fresca transparencia de los primeros perfumes de la mañana. Los pájaros se lanzan entonces a la alegría del vuelo, levantando un muro de sonido mientras el sol termina de barrer las sombras y el resto de los animales abre los ojos. Ha ocurrido sin que nos demos cuenta, apenas entre susurros. Hay ahora una tumba abierta y un sudario abandonado. Hay en algún lugar el escándalo de un corazón que ha vuelto de nuevo a latir, alguien que ha regresado de entre los muertos –gratitud, espanto y vergüenza- y respira de nuevo el aire de esta tierra.

Es una idea infantil, qué duda cabe. Los niños muy pequeños siempre dicen, “otra vez” cuando algo les gusta o les divierte, exigen la repetición incesante de aquello que les procura placer. A nosotros nos gusta demasiado esta vida, la nuestra, con su dimensión de incumplimiento y de ridículo, los vicios queridos, la melancólica belleza de sus rutinas, sus sumisiones y sus secretas glorias. Otra vez, otra vez.

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