• Acerca de

Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos mensuales: septiembre 2015

“Oh sinnerman, where you gonna run to?”

21 lunes Sep 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

≈ Deja un comentario

Etiquetas

cuerdas, pecadores, proselitismo

Había entrado el invierno, anocheció pronto. Esperaba la llegada de un envío de libros, así que abrí la puerta esperanzado. Eran dos y había entre ellos la suficiente diferencia de altura para causar una impresión algo cómica, a pesar de la lluvia de una tarde inclemente que los había investido con ese olor triste y soso de la ropa mojada.

La evangelización a puerta fría es patrimonio de nuevas religiones del otro lado del Atlántico. Más cerca del trato comercial que de los estremecimientos del espíritu. En los dibujos de sus pulcros folletos, el más allá es una paz dominical, una amenidad de urbanización, muy lejos de los refinamientos de la teología y las grandes visiones de los contemplativos.

No así esta vez y sentí curiosidad. Eran católicos, venían de la parroquia del barrio, me pidieron un par de minutos. Intentadlo, pensé. El más alto era médico, me contó cómo se entregó a las seducciones de la vanidad y el dinero, olvidando el sentido de su vocación, inmune al dolor ajeno, irremediablemente solo. El otro relató la destrucción de una familia por culpa de su alcoholismo. «Me perdí el respeto a mí mismo», se lamentaba con dulzura. No había desesperación, sino una tranquilidad amable.

Habían estado perdidos y habían encontrado paz y perdón. Y venían a decirme que las puertas de la parroquia estaban abiertas para cualquiera que buscara consuelo. Aunque no lo pronunciaran, un «nunca se sabe» quedó flotando en el rellano. No me pareció procedente anunciarles que ellos y yo y tú, amable lector, somos un conglomerado de estados vibracionales, un amasijo de cuerdas minúsculas que vibran en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones, así que me limité a agradecerles la información.

Antes de marcharse escaleras abajo, estrecharon mi mano, la mano de un señor de mediana edad con el pelo revuelto, ataviado con un pijama y un jersey desvencijado, que los miraba atónito, preguntándose si necesitaba paz y perdón.

Desde la ventana del salón los vi luego cruzar la plaza mojada entre el alumbrado público. Gesticulaban, ¿de qué podrían estar hablando?, ¿qué clase de vínculo se habría creado entre ellos? Tenían un par de horas por delante en aquella noche de perros. Puerta tras puerta se enfrentarían a caras desconocidas bajo la luz teatral de los recibidores -las televisiones voceando impávidas en el interior- para repetir una y otra vez la historia del desguace de sus vidas. Luego regresarían agotados a casa, se comerían un yogur y antes de dormir, para librarse de los sueños malos, le rezarían a sus duros crucifijos, colgados de un conglomerado de estados vibracionales que ha dado en adoptar la forma de una alcayata.

Un comentario incómodo

16 miércoles Sep 2015

Posted by Salvador Perpiñá in política

≈ 3 comentarios

Etiquetas

autor, compromiso

Hace unos días leí lo siguiente en un periódico local:

«La palabra no será auténtica ni legítima si no está al servicio de las personas».

La frase tiene un contexto y debe mencionarse. Aparecía en la presentación de un acto generoso en que se intentaba dar testimonio del horror inimaginable que están viviendo cientos de miles de refugiados. Estas líneas no van contra el acto, en absoluto, ni contra quienes acuñaron la frase. Entiendo que es una exageración retórica sin ánimo normativo; entiendo, de hecho, la emoción del momento, el anhelo vehemente de restaurar una humanidad, una decencia.

Al fin y al cabo parece un deseo razonable, lógico, justo. Pero siempre hay un momento en que se da el salto de la ética privada a la exigencia pública, en que los sentimientos cristalizan en forma de consigna. Es entonces cuando merece la pena sacar el microscopio, porque quizá detrás de las buenas intenciones asomen su feo rostro algunas ideas no tan nobles.

«La palabra no será auténtica ni legítima…

Bien, el uso de «la palabra» (el Logos, el Verbo que en el relato bíblico está en el origen del mundo) como sinécdoque de la obra literaria o el mismo empleo del futuro del indicativo son recursos literarios, un intento de recuperar la gran voz épica, el viejo ademán de la profecía. Frases semejantes se dicen desde lo alto de una roca. Los que escribimos somos dados a estas vanidades. También late en la elección del accidente verbal la posibilidad de un tiempo nuevo y una prescripción. Un tiempo que ha de llegar y en el que a la obra que no cumpla una determinada exigencia moral le serán negadas autenticidad y legitimidad.

Lo uno tiene inquietantes resonancias legales pero lo otro decreta la muerte definitiva de tal obra, que queda estigmatizada como algo fraudulento, mendaz, prescindible.

…si no está al servicio de las personas».

Aquí entramos en un terreno decididamente resbaladizo. ¿Qué significado estamos atribuyendo a «las personas» o «al servicio de»? Y, en especial, ¿quién lo decide?, ¿bajo qué criterios de valor?

Celine, Rimbaud, Sade, Flaubert, Dante, Poe, Lautréamont, Alfred Jarry, Swift, Leon Bloy, Thomas Bernhard, Cioran, Houellebecq… Todos tienen en común no sólo no haber pretendido jamás poner su palabra al servicio de las personas sino que de ellos puede afirmarse que odian a los hombres en su conjunto. ¿Carece su obra por ello de autenticidad o legitimidad?, ¿debe acaso ser excluida, negada, anulada?

El compromiso es una opción moral no una exigencia, la palabra no tiene la obligación de estar al servicio de nada. Ni de una utilidad, ni de una causa, ni de una clase, ni de un pueblo. Ni siquiera al servicio del género humano. La palabra, frágil e impura, debe ser libre, no puede subordinarse a las necesidades, opiniones o deseos de otros. No encuentro más límites posibles a esta afirmación que la incitación concreta al odio o al crimen.

Conviene recordarlo. Tras las cordiales invocaciones a la responsabilidad social del autor no andan lejos la retórica del artista en su torre de marfil, prohibiciones y ostracismos, como aquel decreto Zhdánov, en el que se atacaba a una serie de compositores (Shostakovich, Prokofiev y Khachaturian entre otros) cuya labor revelaba «desviaciones formalistas, tendencias musicales antidemocráticas, ajenas al pueblo soviético y a sus gustos artísticos».

Se me objetará que en momentos como el presente, en que todo lo que habíamos considerado permanente se tambalea, no habría que detenerse en estas minucias. Al contrario, pienso que precisamente en estos periodos críticos, cuando tanto es lo que nos jugamos, hay que insistir en cosas así. Insistir hasta la impertinencia.

Koniec

09 miércoles Sep 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

≈ Deja un comentario

Etiquetas

escritura, fin, multiversos

Es curioso que una palabra tan inquietante como “FIN” fuera empleada alegremente por el mundo del espectáculo para rematar como es debido sus producciones. ¡Y lo veían los niños!

the end 2finkoniec2fine

Esa costumbre, resabio decimonónico, apenas la podemos ya encontrar, salvo como ejercicio de distanciamiento o mero tonteo vintage. Nunca más con la inocente franqueza del viejo modelo. Semejante aviso metafísico no encaja hoy en modelos de creación orientados hacia la elasticidad. Historias seriadas, franquicias argumentales, donde no prolongarse en el tiempo hasta el agotamiento es considerado un fracaso. El concepto mismo de finitud es algo amablemente excluido de las formas de sociabilidad, confinado a las devociones privadas o a los ámbitos de la terapia. Hablar demasiado de “el único argumento de la obra” se considera una imperdonable grosería.

En los guiones se sigue indicando. Hace un par de días escribí una vez más esas tres letras ominosas en una última página. La historia acaba: efe, i, ene. Luego sigue un espacio en blanco. En ese espacio en blanco está la tristeza que de niño me asaltaba tras los finales felices de las películas.

Ignoro como se sienten otros colegas al terminar un guión. En mi caso, al romper las ataduras que me vinculan a un relato siento un alivio casi físico, como si me hubieran extraído un volumen inmenso de información que oprimía el cerebro. Quiero que se aleje de mí, necesito olvidarlo provisionalmente porque temo que al encontrarme de nuevo con él me salten a la cara sus torpezas, sus lugares comunes, sus trivialidades. Ver una pobre parodia de lo que, exaltado, imaginaba al escribirlo.

En términos teológicos, una actitud semejante explicaría el escandaloso desinterés de dios por nuestra miseria. No cuesta imaginar una divinidad permanentemente insatisfecha que no tiene el coraje de enfrentarse a sus errores y sus limitaciones, que olvida su última creación para volcarse en la siguiente. Una y otra vez va construyendo otros mundos, innumerables variaciones de lo único que sabe hacer, en busca de una perfección que se le escapa.

Esta coexistencia de realidades puede parecer una pesadilla intolerable, pero también supone un melancólico consuelo. Con un poco de suerte, existe un universo donde tú y yo estamos mejor escritos, somos más fuertes, más sabios, menos innobles, besamos cuando debimos hacerlo, nos zambullimos en más ríos, no perdimos el tiempo en facebook o viendo “Todo sobre mi madre”, no hablamos más de la cuenta ni callamos con indignidad.

El caso Rousseau

02 miércoles Sep 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Libros

≈ Deja un comentario

Etiquetas

memorias, Rousseau

Con dos de sus libros ardiendo en las plazas, proscrito en varios estados, achacoso y hundido en un delirio persecutorio[1], Jean-Jacques Rousseau invierte seis años de su vida en la redacción de sus masivas memorias, bautizadas a la manera de San Agustín como Las Confesiones. Le movía la urgente necesidad de asegurarse unos ingresos, pero también otros propósitos que a lo largo del texto mantienen una relación conflictiva.

Una vindicación del ciudadano Rousseau. Rousseau el alma bella, el pedagogo, el novelista sentimental, el polemista, el compositor de una ópera de éxito, el rebelde. «No estoy hecho como ninguno de cuantos he visto; me atrevo a creer que no estoy hecho como ninguno de cuantos existen. Si no valgo más al menos soy distinto».

Un exasperante catálogo de agravios. A Jean-Jacques no le han reconocido sus méritos, la mayoría de los hombres (y de las mujeres) no han correspondido a sus afectos. Tiene muy buena memoria a la hora de ajustar cuentas, no se le pasa una. De una susceptibilidad extrema, llega a asegurar que cierta injusticia le afectó hasta el punto de provocarle una hernia.

Un asombroso desnudamiento de sus miserias privadas, del que no sale muy bien parado. En un acto de valor inaudito no vacila en mostrarnos al pequeño cleptómano, el pajillero, el masoquista, el ingrato, el exhibicionista, el disperso y el ocioso, entre los vicios declarados. También está un Rousseau que se adivina entre líneas, el vanidoso, el hipocondríaco y el paranoico, el hipócrita y el gazmoño, el pequeño snob que se jacta de la calidad de sus amistades. Y, por encima de todos, como permanente piedra del escándalo, Rousseau, el padre desnaturalizado.

El autor de Emilio, o De la educación, el hombre que años mas tarde, vestido a la armenia, hace labores de cordoncillo con sus vecinas a la puerta de su casa en el exilio, labores que regala a sus amigas exhortándolas a amamantar ellas mismas a sus hijos, tiene un formidable borrón en su biografía.

A los treinta y tres años Rousseau se vincula sentimentalmente a Thérèse Levasseur, una mujer muy sencilla, prácticamente analfabeta, con la que convivirá el resto de su vida, permitiéndose ocasionales y apasionados enamoramientos estrictamente platónicos con damas de la aristocracia.

Cuando tuvieron su primer hijo, Rousseau la convenció para que entregara al recién nacido a la Mansion d’Enfants Trouvés, un hospicio. Brillante polemista, Diderot aseguraba que «su discurso toma por asalto a todo el mundo». Tuvo que ser muy persuasivo, ya que la operación se repitió con cada uno de los cinco hijos habidos durante su vida en común. Las posibilidades de supervivencia en aquellos centros eran escasas, pero la imaginación se dispara especialmente cuando uno piensa en Thérèse, en los densos silencios conyugales de años venideros, hechos de devoción y rencor.

A Rousseau los remordimientos le van a perseguir de por vida. Casi podríamos leer sus memorias como una gigantesca escenografía para arropar la exhibición del pecado central de su vida, al que acaba aplicando un tratamiento habitual en él: se acusa de manera implacable para a continuación defenderse con tal brillantez que no cabe sino la absolución. «Al entregar a mis hijos a la educación pública por no poder educarlos yo mismo, al destinarlos a convertirse en campesinos y obreros antes que aventureros y cazadores de fortuna, creí hacer un acto de ciudadano y de padre, y me consideré como un miembro de la República de Platón».

Rousseau echando un ratico en el campo.

Rousseau echando un ratico en el campo.

De un modo muy calvinista Rousseau siente que la inocencia no está en las obras sino en la pureza del corazón y en consecuencia no escatima recursos para convencernos de la ternura que anida en el suyo. No creo que haya libro en que se derramen tantas lágrimas. Jean-Jacques llora cuando ama, llora cuando es rechazado, llora ante las montañas y los lagos, llora de gratitud, llora de júbilo, llora de saberse tan bueno. Llora solo, llora a dúo, llora en grupo. Sus lágrimas ginebrinas se derraman incesantes sobre manos, regazos perfumados, pechos, pañuelos de encaje. El llanto como una nueva voluptuosidad.

Pero haríamos mal en creerle un pusilánime. Rousseau es combativo, su capacidad para perder amigos y ganarse la hostilidad de sus contemporáneos es formidable. Poseedor de esa arrogancia de algunos tímidos, su vida puede seguirse como una sucesión de decisiones impulsivas de consecuencias catastróficas.

Durante sus primeros años en París y tras la revelación que supusieron las representaciones de la troupe itinerante de Eustacchio Bambini, tiene lugar la Querelle des Bouffons, polémica en la que se enfrentan los partidarios de la ópera francesa, rígida, ritualizada y aristocratizante, contra los entusiastas de la ópera italiana, vital, efusiva, cantabile, abrazando desenvuelta lo cotidiano, muy al gusto de la nueva burguesía. Rousseau que pretendía hacerse una carrera como músico, a pesar de una deficiente formación autodidacta, ha logrado tras no pocos tropiezos un gran éxito con su ópera en un acto Le Devin du Village. Como no podía ser menos, toma partido apasionadamente a favor de la ópera italiana, contra el gran Rameau y el establishment musical del momento. En su Carta sobre la música francesa lo podemos ver haciendo amigos:

«Creo haber demostrado que no hay ni compás ni melodía en la música francesa, porque la lengua no es susceptible de ellos, porque el canto francés no es más que un continuo ladrido, insoportable para cualquier oído no preparado; que su armonía es bruta, sin expresión (…) que los aires franceses no son aires, que el recitativo francés no es recitativo. De donde concluyo que los franceses no tienen música y no pueden tenerla; o que si alguna vez tienen una será peor para ellos».

Los años no lo hacen más prudente. En 1762, ya caído en desgracia e instalado provisionalmente en el principado de Neuchâtel, se permite mandarle una carta llena de consejos y exhortaciones a Federico el Grande. «Me ha reñido mucho», fue el irónico comentario del monarca prusiano al mariscal George Keith, uno de sus hombres de confianza.

Y sin embargo… cómo no querer a Rousseau, a alguien hecho como nosotros de esperanzas y desengaños, que a pesar de su autoindulgencia ha osado como nunca nadie antes que él mostrarse por completo ante sus lectores, con los que siglos después establece una intimidad única. Rousseau, el hombre que confiesa no haber podido ser feliz, que reconoce el abismo que separa sus sueños de la vida que le ha tocado en suerte. El adolescente vagabundo que recorre Europa a pie como un siglo después haría Rimbaud, caminando entre viñedos y bosques, embriagado por visiones de felicidad, franco y libre, durmiendo bajo las estrellas y en graneros, sin una moneda en el bolsillo, desgastando su ingenuidad en contacto con la maldad del mundo. Pero también conociendo la generosidad de cuantos, ricos y pobres, le acogieron y auxiliaron, ese amor posible incluso en un siglo cruel que fue testigo de la espantosa ejecución del frustrado regicida Damiens.

Jean-Jacques, el tímido que se codeó con los más grandes hombres de su tiempo, pero que en realidad sólo deseó que el mundo se olvidara de él y le permitiera entregarse a sus ocios, sus ensoñaciones, sus íntimos goces, a su necesidad de amar y ser amado. Febril e indolente, incapaz de soportar la rutina, rechazando toda forma de servidumbre y dispuesto siempre a lanzarse a la aventura. Podemos sentir su orgullo, su determinación y su temblor de piernas el día que tuvo la osadía de asistir al estreno de su ópera en el castillo de Fontainebleau, ante el rey y su corte, ataviado con ropajes modestos, sin afeitar, con una peluca descuidada, rechazando días después la oferta real de una pensión vitalicia.

Imposible no amarlo porque somos Rousseau. Su influencia es incalculable, él es el big bang del Romanticismo, bajo cuyo sistema de creencias (el culto a las emociones y a la autenticidad, la devoción por lo natural) vivimos todavía. De él viene lo mejor de la izquierda[2](un proyecto emancipador del hombre, una idea de fraternidad, un eros revolucionario de igualdad y justicia) junto a lo peor (dificultades a la hora de conciliar los sentimientos y la realidad, fantasías de conspiración). Freud ha quedado tan sólo como el respetado creador de una epopeya literaria de lo intangible, Nietzsche o Darwin ofrecen una intemperie problemática a la hora de proporcionar consuelo, ni siquiera me atrevería a predecir una vigencia de Marx a largo plazo, pero no me cabe la menor duda de que al contradictorio, admirable e insoportable hippy ginebrino cabe aún augurarle un largo futuro.

JEAN-JACQUES ROUSSEAU. “Las Confesiones”. El libro de bolsillo. Alianza Editorial. (Traducción, prólogo y notas de Mauro Armiño).

Las_confesiones-Rousseau_JeanJacques-9788420608358[1] «El cielorraso bajo el que estoy tiene ojos, las paredes que me rodean tienen oídos, rodeado de espías y vigilantes malévolos y avizores, inquieto y distraído pongo apresuradamente sobre el papel algunas palabras interrumpidas que apenas tengo tiempo de releer y menos de corregir.» (Libro VII)

[2] Bertrand Russell no tiene tan buen concepto de él. En 1946, en su Historia de la Filosofía Occidental asegura: «En nuestros días Hitler ha sido consecuencia de Rousseau; Roosevelt y Churchill de Locke.”

Follow Desesperación y Risa on WordPress.com

Archivos

  • marzo 2023 (2)
  • febrero 2023 (1)
  • enero 2023 (4)
  • diciembre 2022 (4)
  • noviembre 2022 (2)
  • septiembre 2022 (2)
  • agosto 2022 (2)
  • julio 2022 (1)
  • junio 2022 (2)
  • mayo 2022 (1)
  • abril 2022 (3)
  • marzo 2022 (1)
  • febrero 2022 (1)
  • enero 2022 (1)
  • diciembre 2021 (2)
  • noviembre 2021 (1)
  • octubre 2021 (2)
  • septiembre 2021 (3)
  • agosto 2021 (2)
  • julio 2021 (4)
  • junio 2021 (4)
  • mayo 2021 (4)
  • abril 2021 (3)
  • marzo 2021 (2)
  • enero 2021 (1)
  • diciembre 2020 (4)
  • noviembre 2020 (4)
  • octubre 2020 (2)
  • septiembre 2020 (3)
  • agosto 2020 (2)
  • julio 2020 (2)
  • junio 2020 (5)
  • mayo 2020 (3)
  • abril 2020 (3)
  • marzo 2020 (6)
  • febrero 2020 (3)
  • enero 2020 (3)
  • diciembre 2019 (5)
  • noviembre 2019 (4)
  • octubre 2019 (4)
  • septiembre 2019 (4)
  • agosto 2019 (3)
  • julio 2019 (5)
  • junio 2019 (4)
  • mayo 2019 (2)
  • abril 2019 (3)
  • marzo 2019 (5)
  • febrero 2019 (4)
  • enero 2019 (4)
  • diciembre 2018 (4)
  • noviembre 2018 (4)
  • octubre 2018 (5)
  • septiembre 2018 (2)
  • agosto 2018 (3)
  • julio 2018 (2)
  • junio 2018 (1)
  • mayo 2018 (3)
  • abril 2018 (1)
  • marzo 2018 (3)
  • febrero 2018 (4)
  • diciembre 2017 (3)
  • noviembre 2017 (1)
  • octubre 2017 (2)
  • septiembre 2017 (2)
  • agosto 2017 (1)
  • julio 2017 (4)
  • junio 2017 (1)
  • mayo 2017 (2)
  • abril 2017 (1)
  • marzo 2017 (1)
  • febrero 2017 (2)
  • enero 2017 (2)
  • diciembre 2016 (4)
  • noviembre 2016 (2)
  • octubre 2016 (2)
  • septiembre 2016 (4)
  • agosto 2016 (2)
  • julio 2016 (2)
  • junio 2016 (4)
  • mayo 2016 (5)
  • abril 2016 (4)
  • marzo 2016 (4)
  • febrero 2016 (4)
  • enero 2016 (2)
  • diciembre 2015 (4)
  • noviembre 2015 (3)
  • octubre 2015 (2)
  • septiembre 2015 (4)
  • agosto 2015 (4)
  • julio 2015 (4)
  • junio 2015 (5)
  • mayo 2015 (4)
  • abril 2015 (4)
  • marzo 2015 (5)
  • febrero 2015 (5)
  • enero 2015 (6)
  • diciembre 2014 (6)
  • noviembre 2014 (6)
  • octubre 2014 (3)
  • septiembre 2014 (9)
  • agosto 2014 (9)
  • julio 2014 (11)
  • junio 2014 (5)

Categorías

  • Arte (3)
  • Aventuras de un señor de mediana edad (9)
  • Cine (13)
  • Desde la colina blanca (7)
  • Este blog (7)
  • Examen de conciencia (52)
  • Historias (11)
  • Libros (6)
  • Lugares (17)
  • música (8)
  • Mi oficio (2)
  • Observaciones (158)
  • Oficios (7)
  • política (28)
  • Retratos (17)
  • Sin categoría (4)

Prácticas de Tiro

Contradiós

Blogs que sigo

  • W
  • Los trabajos
  • Capricho Cinéfilo.
  • Carmen Pinedo Herrero
  • El paseante invisible
  • Pregúntale al Perro
  • Classics Today

Blog de WordPress.com.

W

naipes, informes

Los trabajos

I will yes

Capricho Cinéfilo.

Blog de Fernando Usón Forniés sobre análisis cinematográfico.

Carmen Pinedo Herrero

el blog de Salvador Perpiñá

El paseante invisible

el blog de Salvador Perpiñá

Pregúntale al Perro

Classics Today

el blog de Salvador Perpiñá

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Seguir Siguiendo
    • Desesperación y Risa
    • Únete a 154 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Accede ahora.
    • Desesperación y Risa
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Acceder
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...