• Acerca de

Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos mensuales: marzo 2019

Virtualidad y virtud

31 domingo Mar 2019

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

≈ 2 comentarios

Etiquetas

amigos, humanos, redes sociales

A diferencia de lo que me ocurre con otros amigos, los que llamamos amigos reales, todos los días os veo por aquí en esta fascinante extensión de nuestro sistema nervioso donde, por así decirlo, nos comunicamos a distancia de cerebro a cerebro sin la mediación del gesto. No negaré todo lo que de malo me han traído las redes sociales: desarrollo indeseable de la vanidad a través de la búsqueda enfermiza del like, ampliación desmedida de los límites de la misantropía y cientos, miles de horas perdidas. ¿Y qué me han dado a cambio? Me han dado a vosotros, que menudos elementos estáis hechos. En realidad no tengo ni idea de quiénes sois, cada uno de vuestro padre y de vuestra madre. De algunos, por no saber, ni siquiera sé qué aspecto tenéis, tal es vuestro secretismo.

Hay días que os adoro, hay días que me sacáis de quicio. Me desconciertan vuestras súbitas ternuras, me entusiasman vuestros destellos de genio, me deslumbra vuestra erudición, me divierto con vuestras payasadas, me deprimen vuestras intransigencias, estudio con curiosidad y tristeza el modo en que se desatan grandes broncas y rupturas. ¡Qué arrogantes podéis llegar a ser, qué insoportablemente pesados, qué de trampas para quedar por encima! ¡Qué cosas os creéis!, ¡qué buenas cosas despreciáis! Cómo os plantáis a porta gayola y exhibís sin pudor y sin miedo vuestro corazón sangrante o cómo escurrís el bulto y os escondéis bajo una máscara de tres al cuarto. Sé que algunos de vosotros sois buenos y otros unos hijos de puta, escucho resignado vuestras homilías como el adolescente díscolo que nunca fui y me lo paso en grande con vuestras gamberradas y vuestras deliciosas coqueterías. Algunos vivís en países lejanísimos, otros habitáis la misteriosa intemporalidad de la ciudad de provincias, veo tras las ventanas de vuestros cuartos plazas, montañas y mares, os veo en habitaciones de hotel, bajo soles duros o melena al viento, veo la tapicería de vuestros sofás, los lomos de vuestros libros, los alimentos en vuestra mesa, los ojos de los buenos animales con los que compartís la vida, los pájaros que se posan en los árboles de vuestros jardines, las flores que santifican vuestras guaridas, vuestros dibujos y vuestros poemas, fragmentos de esa infancia que todos fuimos, veo cómo os emborracháis, veo nacer y crecer a vuestros hijos.

Puñeteros, broncos, cascarrabias, deslenguados impenitentes, espíritus libres, virtuosos de la irreverencia, encizañadores, liantes, humanos de toda edad y condición, crápulas y padres amantísimos, provocadores y discretos observadores. Me habéis descubierto canciones y películas y libros, me habéis contado historias memorables, habéis hecho mi mundo un poco menos estrecho, me habéis mostrado que el talento, la belleza y el bien son frecuentes. Qué hostia tenéis a veces.

En ocasiones desaparecéis sin avisar o descubro que uno de vosotros ha muerto, me ha ocurrido también reconocer vuestro tono preciso, vuestro humor personal, en una frase escuchada a desconocidos en los bares. Tan cerca que parecéis estar, tan lejos que os tengo. No os he tocado, no he oído vuestra voz, nos separan kilómetros y vidas, ni siquiera creo que fuera una buena idea llegar a conoceros. Ya es milagroso que podamos fraccionar el tiempo para hacernos todos los días el regalo de estar ahí.

Y creedme si os digo que me dolerá abandonar este mundo porque aun si, con mucha suerte, más allá del muro del tiempo la muerte nos devolviera a un plano inimaginable de existencia, en ese éxtasis de ola incesante que sería la eternidad no podría conectarme cada mañana con un café en la mano y leer vuestras mamarrachadas. Y eso la desmerece mucho. A la eternidad.

vintage-computers-1970s-modern-office.jpg

Comunidad de vecinos

25 lunes Mar 2019

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

≈ Deja un comentario

Etiquetas

ciudades dormitorio, edificios, ventanas

El adolescente suele sentirse único y opone a su recién descubierta individualidad un mundo que considera homogéneo, indiferenciado. Y hostil. De ahí su radical incapacidad para apreciar o siquiera percibir la diversidad de la experiencia y que raras veces se produzca a esa edad algo de un valor artístico perdurable.  Una de esas generalizaciones fáciles inviste de un aire ominoso la imagen de las fachadas en una ciudad dormitorio. Evocan la colmena, el terror del número, de lo despersonalizado.

Pero debemos ir un poco más allá de esa mirada apresurada que solo ve uniformidad donde podemos encontrar fuentes de abundancia, toda la riqueza de nuestra condición y la variedad de nuestros afectos. Cada una de esas ventanas encendidas quizás sea un lugar al que algún hombre cansado sueña regresar tras años de vagar perdido, una mesa con alimentos y el calor de un lecho, muebles, imágenes, objetos triviales y olores que tejen esos recuerdos de la infancia que en la edad adulta serán una patria. Tras esas ventanas hay espejos y ceniceros sucios, seres en ropa interior que fracasan, adolescentes con inconcretos sueños de aventura, grandes insomnes, una muchacha hermosa cuya mera existencia alegra los pensamientos de hombres que ya nada esperan, hay madres duras y padres violentos, enfermos incurables, inimaginables rencores, conmovedoras lealtades, secretos dolorosos guardados en cajones, locas esperanzas, manteles cuyo dibujo no se olvida jamás, lápices sin punta y crucifijos, tesoros de dulzura y amistad. Hay grandeza.

Me crié como casi tantos de vosotros en un bloque de pisos que era como un resumen de la comedia humana. Clases medias y mercaderes, filisteismo e hipocresía, pobres niños repeinados y desvaídos, carne de humillación y que fueron adorados, un señor que tocaba el cello, una alcoholizada propietaria de tierras que se maquillaba como un travelo y deliraba a gritos por las noches, víctima de alucinaciones, familias respetabilísimas de cuyas ventanas en el patio interior escapaban en ocasiones voces de disputa entre los olores de las cocinas y los pentagramas de las ropas tendidas.

En ocasiones la muerte ejercía su señorío, una vez ayudé a bajar por las escaleras la camilla de un anciano en las últimas, nunca se me ha borrado el miedo de aquella mirada descarnada. Hablabas con tus vecinos de banalidades en el ascensor y los dejabas en su rellano, abriendo la puerta de su misteriosa vivienda. Cuando de niño entrabas en esos otros hogares experimentabas el inquietante efecto de ver una casa que era como la tuya pero a la vez diferente.

Aunque ahora en mis sueños todo aquello se me aparezca como un laberinto despoblado, lleno de puertas silenciosas y habitaciones a oscuras donde nada queda ya, salvo algo o alguien con quien quizás sea mejor no encontrarse, no quiero perder ese reino, quiero pensar que he vivido detrás de cualquiera de esas ventanas encendidas que ahora veo al entrar en la ciudad y puedo dar testimonio de que existió el lugar benévolo de la infancia y que rugía de puro entusiasmo, bullente de vida entre la música celeste de radios y lavadoras, molinillos de café y el chirrido de los tendederos, en tiernas mañanas de luz y gloria humilde.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

 

Tic tac

18 lunes Mar 2019

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

≈ Deja un comentario

Etiquetas

niñez, relojes, tiempo

«Te voy a dar una hostia que se le va a parar el reloj a tu padre».  (Oído en los bares)

En el siglo pasado se observaban costumbres de una gran delicadeza. Una de ellas consistía en, llegada cierta edad, regalar a los niños un reloj. Era un homenaje, un reconocimiento tácito de que abandonábamos la edad pueril. Te regalaban un reloj, ataban el tiempo a tu muñeca.

Te paseabas ufano con tu reloj recién estrenado, esa maquinita que ya mordía tu carne ―en verano su marca sobre el moreno brazo desnudo―, le dabas cuerda adoptando un aire grave porque alimentar el tiempo es un momento solemne. El tiempo, aquella novedad.

Tenías que aprender a descifrar un elegante lenguaje en el baile de las agujas sobre los números de la esfera. Los adultos te preguntaban la hora para que respondieras, feliz de esa destreza adquirida. ¡De cuantas bondades es capaz a cada instante el ser humano! Yo no aprendí bien y daba a esa pregunta respuestas fallidas, inaceptables, hasta que una chica que amamantaba a un bebé a la caída de la tarde me enseñó definitivamente a leer las horas mientras esperaba la llegada de su joven marido, un gallardo albañil que cada día subía en moto la cuesta que conducía a aquella casa, aquel patio con el suelo de cemento y dos de esos árboles escuetos que aparecen en las anunciaciones del Quattrocento. Anita y Antonio, aún recuerdo sus nombres.

Cómo nos seduce el misterio que emana de clepsidras, relojes de arena y relojes solares, pero es la creación en el siglo XV del mecanismo de escape ―lo que oíamos cuando acercábamos el reloj a nuestro oído, el murmullo del tiempo― la que hace posible esa hazaña del intelecto humano que es el reloj mecánico, su belleza hecha de complejidad, fragilidad y precisión, tal y como la recuerdo en las maquinarias abiertas bajo la lámpara del taller de relojero de un primo de mi madre, al pie de la torre de una iglesia que el musgo cubría en una villa del norte cerca de un puerto. Las gaviotas chillaban y él se inclinaba en mangas de camisa sobre su mesa de trabajo, la lupa tubular incrustada en la ceja. Mecanismo que evoca la quimera del movimiento continuo, lo incesante del corazón o el mar, la inmortalidad. No es de extrañar que la metáfora de Dios como relojero del universo haya sido moneda común.

Hace tiempo que no solemos llevar relojes, si acaso acabaremos llevando marcapasos. El tiempo ya nos hizo y terminó, no mejoraremos y ahora trabaja para destruirnos. La insensata premura de su discurrir nos parece intolerable, nos hace presentir nuestra disolución en pequeñas molestias y torpezas, anuncio de futuros dolores y limitaciones. El tiempo ya no es una vasta extensión por explorar, es un bien volátil, escaso.

Para cada uno de nosotros llegará un momento en que se pararán todos los relojes del mundo, detenidas las agujas en la hora inimaginable en que diremos adiós, cumplidas nuestras cuentas con el tiempo.

Tic tac.png

Rafael Berrio

12 martes Mar 2019

Posted by Salvador Perpiñá in música

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Rafael Berrio

«Querido diario: en el día de hoy, san Eulogio, con inmensa pereza, sin esperanza ninguna, inicio el proceso de composición de un futuro nuevo disco, cuya escritura me llevará vete tú a saber cuántos meses de asco y aburrimiento». (RB)

Rafael Berrio acaba de publicar “Niño Futuro” y de nuevo hay que alegrarse y descubrirse. Que Rafael Berrio es un artista soberano es algo que sabe cualquiera que conozca sus discos, pero no es sino al escucharlo en vivo cuando uno descubre la magnitud de su talento.

La vida no siempre es buena y alguien de su estatura no puede permitirse el lujo de girar con un grupo. Así que las dos ocasiones en que he tenido la suerte de verlo ha sido en formatos espartanos, ante audiencias de no más de treinta personas. La primera vez luchó por su repertorio con una guitarra eléctrica sabiamente utilizada, la segunda ―sabe dios por qué azares del viajero― con una pequeña guitarra que le prestaron, un requinto. No dudo de que sería capaz de defenderlo con una zambomba y salir airoso. Con las trazas de un Houellebecq frágil, lennoniano, parapetado tras unas gafas de sol que hablan más de timidez que de desafío y un histrionismo de bajo perfil con pequeñas truculencias como beber vino a morro (tal que el guitarrista de Paganini del que Baudelaire nos habló), empieza el pase y se produce el encantamiento. Y ahí nos tienes a todos en un silencio admirativo, mientras se suceden las canciones que conocíamos en los arreglos entre la chanson y el pop barroco de “1971” y “Diarios” o con la electricidad seca, neta, de “Paradoja”; despojadas ahora de todo, sostenidas en el aire únicamente por un peculiar fraseo y un inusual sentido del matiz, en toda su solidez literaria y su sabiduría compositiva.

«Filosóficamente pensemos en la paradoja de nuestro bello oficio y en lo endemoniadamente difícil y trabajoso que es escribir una mala canción y su correspondencia: la rotunda simplicidad con que se lleva a cabo la canción inmejorable. Seamos estoicos».  (RB)

Rafael Berrio es un intempestivo. No recuerdo quién dijo que todos los grupos de rock que merecen la pena han sido influidos por la Velvet Underground, banda que notoriamente debe haber formado parte de su educación sentimental. Es una excelente credencial, pero son otros muchos sus intereses musicales y eso se nota. Hombre de vastas lecturas, en absoluto concernido por la devoción trivial a la actualidad, su curiosidad pasa de Larra a Horacio, de Schopenhauer a Baroja. Y eso también se nota. ¿Quieren hacerse una idea de a qué demonios se parece Rafael Berrio? Piensen en una imposible síntesis entre la chulería dolorosa de Lou Reed y el pathos estoico de Quevedo.

Ha escrito algunas de las más desarmantes canciones de amor que pueda recordar (“Como iba yo a saber”, “El mundo pende un hilo” o “Tu nombre”), pero sus letras están muy alejadas de la mitología adolescente del rock. Nos hablan de los pequeños objetos que nos sobrevivirán, de «el vino que acostumbramos, la pausa en el suplicio… el vino que invoca la musa y el que trae la mala idea», de lo irreversible, de «que no hay una vida en serio y otra vida de licencia», de la diversidad inmensa de la experiencia ―«todo lo he visto, de todo me acuerdo» ―, nos hablan de la santidad del toxicómano, de la desesperación del tiempo transcurrido, del ennui y sus abismos. Puede ser irónico, con el cinismo de aquel que no conoce ilusión que no haya sido derrotada ― “Y en fin, niño futuro, niño en agraz, usted que lo vea” o “Y reíamos y reíamos, porque la risa se contagia. Pero el truco era un resorte, ahora lo sé y se acabó la magia» ― o ya ferozmente:

«Así pues cállense todos los poetas lelos,
y todos los panegiristas de las pequeñas cosas,
porque esta perra insatisfacción del alma no se aplaca
como ellos pretenden con cuatro bicocas.
Ah… las pequeñas cosas.
Oh… su encanto inefable».

Y, sin embargo, su voz no es ajena a la compasión, la gratitud o la piedad y sus labios se atreven a abrir su última obra con una plegaria.

«El signo variable de las intemperies.
El vagar errante y solitario.
El alma elevada en los alcoholes fuertes.
La fiereza en los ojos deslumbrados.
El pasar con nada, el mendrugo de pan.
La indolencia a orillas del río.
Dadme al clarear lo que es mío:
La hermosa vida que amo».
 

Lujo de nuestra música, poeta cabal. Sabedlo, somos contemporáneos de un maestro secreto y su nombre es Rafael Berrio.

top_gr_7911-1

Fotografía: Mario Zamora

 

Mansplaining

04 lunes Mar 2019

Posted by Salvador Perpiñá in política

≈ 2 comentarios

Etiquetas

disidencia, feminismo

Lo he pensado mucho antes de escribir esto. ¿Merece la pena?, ¿merece la pena exponerme al sarcasmo de trazo grueso, a sobreactuadas explosiones de indignación moral, al bloqueo de personas a las que aprecio, a que me coloquen la letra escarlata de simpatizante de causas horrendas, a una nada improbable excomunión laboral, a esa otra forma sofisticada de sarcasmo consistente en decir que uno mismo también sobreactúa y exagera, que no es para tanto?

Sí es para tanto, estas líneas van en contra de un pensamiento abrumadoramente hegemónico. Uno lleva meses observando con una mezcla de fascinación y angustia cómo el sistema, los políticos, los media, los mercaderes del zeitgeist ―con las debidas excepciones, no voy a negarlo― se suman sin fisuras a una tendencia demandada por su público y pugnan por exhibir sus credenciales de adhesión a un discurso que no tolera disidencia alguna y ha generado sus propios anticuerpos, de manera que el cuestionamiento de cualquiera de sus postulados te sitúa fuera de lo socialmente aceptable y te lanza a los eriales ideológicos donde habita el hirsuto ultraderechista.

Al fin y al cabo a los que coincidan conmigo no les voy a aportar nada que no sea el calorcillo de no sentirse tan solos y no soy tan arrogante como para pensar que pueda hacer cambiar de ideas a nadie, porque las convicciones suelen ser de naturaleza puramente emocional, con frecuencia inasequibles a la lógica y al dato.

Sin embargo, me siento tan ridículo practicando ese «hijo, tú no te signifiques» en pleno año 2019 que, con esa falta de sentido de la oportunidad gracias a la que nunca llegaré a nada, voy a soltarme el pelo. Tampoco es que me considere Galileo, no me malinterpretéis.

He leído atentamente las 30 páginas del Argumentario de la Huelga del 8M del 2019. Ignoro hasta qué punto es el manifiesto oficial de las movilizaciones, pero a algo elaborado por la Comisión 8 de marzo del movimiento feminista de Madrid y publicado en la web de la Federación Estatal de Organizaciones Feministas tengo que suponerle un papel relevante en la articulación de esa jornada.

No voy a argumentar contra cada una de las afirmaciones discutibles que acribillan el texto, independientemente de las verdades que contenga. Vibrante, entusiasta, abundante en mantras y en términos de esa neolengua característica del movimiento (el uso de jergas específicas siempre nos debe poner en guardia, exhala el inequívoco perfume del fanatismo), en sus peores momentos parece un delirio y una parodia en la línea de aquel sketch sobre el Frente Popular de Judea de los Monty Python. Escrito como una inacabable carta a los reyes magos, un catálogo minucioso, indiscriminado y victimista de afrentas, mezcla alegremente churras con merinas y aúna infantilismo y paranoia a partes iguales. A las amigas que se sumarán a la huelga del 8 de Marzo les preguntaría, ¿os sentís representadas por este documento?, ¿os parece que ofrece una interpretación plausible, adulta, de la realidad, un diagnóstico y unas vías razonables de solución a los problemas?, ¿os empodera de verdad?, ¿no os sitúa por el contrario en una eterna, querulante, irresponsable minoría de edad que reclama una solución mágica a las asperezas del oficio de vivir?

Porque el texto no solo adolece de un discurso inconsistente, no es solo cuestionable, irracional y en ocasiones contradictorio. Creo que es fundamentalmente ridículo. Por respeto a las sufragistas, por respeto a Virginia Woolf y a Rosa Parks, por respeto a la más decisiva causa emancipadora del siglo XX y a las que a ella aportaron lo mejor de su pasión y su inteligencia, por respeto a las mujeres que han sido y siguen siendo víctimas de la violencia, la injusticia y el abuso, las feministas no pueden permitir que una minoría febril e hiperactiva tire de la causa, la represente y la malbarate. Otro feminismo es posible. No creo que a estas alturas de la historia se pueda no ser feminista. Pero esto es otra cosa muy distinta y creo que plantarse en contra empieza a ser una exigencia ética e intelectual.

53460115_23843246904100045_6533922099453493248_n.png

Follow Desesperación y Risa on WordPress.com

Archivos

  • marzo 2023 (2)
  • febrero 2023 (1)
  • enero 2023 (4)
  • diciembre 2022 (4)
  • noviembre 2022 (2)
  • septiembre 2022 (2)
  • agosto 2022 (2)
  • julio 2022 (1)
  • junio 2022 (2)
  • mayo 2022 (1)
  • abril 2022 (3)
  • marzo 2022 (1)
  • febrero 2022 (1)
  • enero 2022 (1)
  • diciembre 2021 (2)
  • noviembre 2021 (1)
  • octubre 2021 (2)
  • septiembre 2021 (3)
  • agosto 2021 (2)
  • julio 2021 (4)
  • junio 2021 (4)
  • mayo 2021 (4)
  • abril 2021 (3)
  • marzo 2021 (2)
  • enero 2021 (1)
  • diciembre 2020 (4)
  • noviembre 2020 (4)
  • octubre 2020 (2)
  • septiembre 2020 (3)
  • agosto 2020 (2)
  • julio 2020 (2)
  • junio 2020 (5)
  • mayo 2020 (3)
  • abril 2020 (3)
  • marzo 2020 (6)
  • febrero 2020 (3)
  • enero 2020 (3)
  • diciembre 2019 (5)
  • noviembre 2019 (4)
  • octubre 2019 (4)
  • septiembre 2019 (4)
  • agosto 2019 (3)
  • julio 2019 (5)
  • junio 2019 (4)
  • mayo 2019 (2)
  • abril 2019 (3)
  • marzo 2019 (5)
  • febrero 2019 (4)
  • enero 2019 (4)
  • diciembre 2018 (4)
  • noviembre 2018 (4)
  • octubre 2018 (5)
  • septiembre 2018 (2)
  • agosto 2018 (3)
  • julio 2018 (2)
  • junio 2018 (1)
  • mayo 2018 (3)
  • abril 2018 (1)
  • marzo 2018 (3)
  • febrero 2018 (4)
  • diciembre 2017 (3)
  • noviembre 2017 (1)
  • octubre 2017 (2)
  • septiembre 2017 (2)
  • agosto 2017 (1)
  • julio 2017 (4)
  • junio 2017 (1)
  • mayo 2017 (2)
  • abril 2017 (1)
  • marzo 2017 (1)
  • febrero 2017 (2)
  • enero 2017 (2)
  • diciembre 2016 (4)
  • noviembre 2016 (2)
  • octubre 2016 (2)
  • septiembre 2016 (4)
  • agosto 2016 (2)
  • julio 2016 (2)
  • junio 2016 (4)
  • mayo 2016 (5)
  • abril 2016 (4)
  • marzo 2016 (4)
  • febrero 2016 (4)
  • enero 2016 (2)
  • diciembre 2015 (4)
  • noviembre 2015 (3)
  • octubre 2015 (2)
  • septiembre 2015 (4)
  • agosto 2015 (4)
  • julio 2015 (4)
  • junio 2015 (5)
  • mayo 2015 (4)
  • abril 2015 (4)
  • marzo 2015 (5)
  • febrero 2015 (5)
  • enero 2015 (6)
  • diciembre 2014 (6)
  • noviembre 2014 (6)
  • octubre 2014 (3)
  • septiembre 2014 (9)
  • agosto 2014 (9)
  • julio 2014 (11)
  • junio 2014 (5)

Categorías

  • Arte (3)
  • Aventuras de un señor de mediana edad (9)
  • Cine (13)
  • Desde la colina blanca (7)
  • Este blog (7)
  • Examen de conciencia (52)
  • Historias (11)
  • Libros (6)
  • Lugares (17)
  • música (8)
  • Mi oficio (2)
  • Observaciones (158)
  • Oficios (7)
  • política (28)
  • Retratos (17)
  • Sin categoría (4)

Prácticas de Tiro

Contradiós

Blogs que sigo

  • W
  • Los trabajos
  • Capricho Cinéfilo.
  • Carmen Pinedo Herrero
  • El paseante invisible
  • Pregúntale al Perro
  • Classics Today

Blog de WordPress.com.

W

naipes, informes

Los trabajos

I will yes

Capricho Cinéfilo.

Blog de Fernando Usón Forniés sobre análisis cinematográfico.

Carmen Pinedo Herrero

el blog de Salvador Perpiñá

El paseante invisible

el blog de Salvador Perpiñá

Pregúntale al Perro

Classics Today

el blog de Salvador Perpiñá

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Seguir Siguiendo
    • Desesperación y Risa
    • Únete a 154 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Accede ahora.
    • Desesperación y Risa
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Acceder
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...