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Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos de etiqueta: realidad

Nada es normal

27 lunes Oct 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Observaciones

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cama, realidad, sueño

No deja de ser extraño que el pictograma de un ignominioso modo de ejecución, utilizado por los pueblos de la cuenca del Mediterráneo durante un breve periodo histórico, siga siendo objeto de adoración y haya inspirado los arrebatos admirables de San Juan de la Cruz, Bach o Johnny Cash. Una cama, obra salida también de las manos de un carpintero, sería un objeto de culto más noble. Todo lo verdaderamente importante que hacemos en nuestras vidas lo hacemos en la cama. En ella nacemos, en ella nos entregamos al sueño y al amor, entre sus cuatro esquinitas finalmente se muere.

Es cosa sorprendente el sueño, a poco que se piense. Un rito extravagante y lleno de peligros que celebramos a diario. Cuando una parte de nuestro planeta le da la espalda al sol y, protegida apenas por un delgado velo, se enfrenta a la silenciosa, fría desolación de las estrellas, a esa “infinita inmensidad de espacios que ignoro y que me ignoran” que estremecía a Pascal, abandonamos la posición vertical y cerramos los ojos al mundo. Sólo los oídos permanecen alerta por lo que pueda pasar. Haciendo gala de una confianza temeraria, como en un juego, morimos. El sueño ocurre durante un breve instante de esa oscuridad.

Nuestro cerebro agotado improvisa entonces una narración confusa, grotesca, frecuentemente aterradora. En un escenario virtual armado con retazos desfigurados de nuestros más antiguos recuerdos, vive sus aventuras extravagantes o tediosas un yo disminuido, decepcionante, irrisorio; un yo sin edad, incapaz de reflexión, no limitado por la moral ni los reglamentos. Todo transcurre sin matices, en puros excesos de sentimiento. Reímos a carcajadas, huimos a la carrera, lloramos con un desconsuelo de niños, nos escondemos de algo malvado que se acerca, hablamos otras lenguas, descendemos a nado al fondo de los océanos, sentimos vergüenzas bíblicas, vemos la luna caer sobre la tierra, hacemos cosas inaceptables, los objetos y las personas se metamorfosean, la mujer toda una vida deseada que tomamos en nuestros brazos se transforma en un señor de ideas centristas, que tose. A veces esquivamos ciertas profundidades del sueño, en las que sabemos que acecha un triste secreto indecible. Pero también manejamos la duración a placer, recuperamos la frescura de lo que da principio, el sol y los resonantes colores de la infancia, ascendemos a cumbres de pura transparencia, nos consentimos la gran alegría del vuelo.

A la mañana siguiente ingresamos de nuevo en la realidad y aceptamos sin asombro y sin gratitud la luz común del día, que los muebles no hayan cambiado de sitio o el gato, alarmantemente, de tamaño, que de los grifos no salga sangre y que el extraño que te mira al otro lado del espejo siga siendo el mismo.

Carencias

17 miércoles Sep 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog, Examen de conciencia

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ego, ignorancia, realidad

Es imposible complacer a todo el mundo y por eso este blog de breve andadura ha contado con cálidos apoyos, pero también con su ración de críticas. En una de ellas se me reprocha el escribir demasiado sobre mí mismo. No lo negaré, no es de extrañar que escriba sobre mí, al fin y al cabo es el tema que mejor conozco. Y con reservas.

Por lo demás mi saber no va mucho más allá: algunos libros, música, pinturas, películas… y pare usted de contar. El vasto catálogo de mi desconocimiento es abrumador. Ignoro la posición en el cielo de la mayoría de estrellas y planetas, no soy capaz de distinguir el canto de los pájaros o reconocer los vientos y sus costumbres (cómo envidio esos escritores capaces de escribir durante páginas sobre las diferentes transparencias del aire según el viento que sopla), los nombres benévolos y antiguos de las plantas no siempre los asocio a una imagen clara (sé distinguir un ciprés de un limonero, pero no me pidáis mucho más), ignoro el nombre y la función de velas y aparejos, las reglas del béisbol y las sagas de los héroes deportivos, el mecanismo del motor de explosión y los abismales secretos de la física cuántica, los laberintos conceptuales de Heidegger, Wittgenstein o Lacan, ignoro los pormenores de la teoría de cuerdas, la prosa prolija y coñazo de Javier Marías o la sentimental discografía de Serrat, no sé distinguir los palos del flamenco, desconozco a lo largo y a lo ancho las filmografías de Kiarostami o Manuel de Oliveira, las costumbres y tradiciones profundas de la misma ciudad donde habito, una lista nada despreciable de series de televisión, la estimulante desnudez de Anne Hathaway, ignoro cómo rellenar una declaración de Hacienda, las rutas de las ballenas en mar abierto y las sutilezas de los ritmos internos de la prosa, ignoro las diferencias entre las versiones de las óperas wagnerianas, la mayoría de los idiomas en que los hombres no se entienden, cientos de ciudades, ríos y montañas, el aspecto de tu rostro si alguna vez me cruzo contigo, ignoro el momento y la manera en que abandonaré este escenario.

Ignoro finalmente qué clase de beneficio puede suponer para cualquiera la lectura de un blog escrito por alguien de tamaña ignorancia.

Cumpleaños

18 lunes Ago 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

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devenir, ego, futuro, realidad

Para CC, que me recordó un poema abrumador de Gil de Biedma

Ayer, 17 de Agosto, fue mi cumpleaños. Hasta el año pasado, cuando el marcador alcanzó una cifra de ineludible carga simbólica que ni con la mejor voluntad del mundo podría situarse “nel mezzo del cammin di nostra vita”, era dado a colgar con motivo de ese día pomposos textos en las redes sociales. En ellos intentaba atenuar la angustia del devenir con apelaciones vagamente nietzschianas al amor fati, exaltando lo ya vivido y lanzando ingenuos actos de fe respecto a cuanto me queda por vivir. También me hice la promesa de dejar de fumar y hasta ahora la he cumplido, lo que no está nada mal para alguien que siempre se imaginó persona de débil voluntad.

Un año después, no me siento tan hablador ni tan optimista. No se me malinterprete, celebré una fiesta con amigos y fue deliciosa, aunque tengo fundadas sospechas de que quien mejor se lo pasó fue mi joven gato, cogido en brazos, achuchado y besado por hermosas y fragantes mujeres. Creo que sigue convencido de que el cumpleaños que se celebraba era el suyo.

Lo que quiero decir es que quizás convendría ser sincero a la hora de reflexionar sobre esta fecha. De acuerdo, ha sido un año razonable, he publicado un libro y he recuperado cierta confianza en mis destrezas -¡hasta he abierto un blog!- aunque el futuro sigue siendo incierto. He conjurado en el último momento la amenaza de la ruina -aplazado sería la expresión correcta- me he mudado a una casa admirable y tengo un gato. Sin embargo, si miro hacia atrás tengo una sensación aplastante de haber dilapidado sin medida mis días.

Cosas que antes me habían parecido fundamentales, intocables, ahora no significan gran cosa. Las convicciones se debilitan, los defectos y fealdades de los hombres y de uno mismo ya no pueden ser disimulados. Qué poco de nuevo, qué poco asombro.

Una vez me pregunté dónde van a parar los personajes de todas las historias que escribes y que no llegan a ver la luz. Ahora pienso lo mismo respecto a mi propia vida. Siento un insensato pesar, casi un remordimiento, por lo que pudo haber sido y no fue, por todas las posibles vidas que podría haber vivido y que ya no. Palimpsesto de mí mismo, me complazco en la melancolía de los recuerdos imaginarios. Qué lástima, sí, que no hayas aparecido en mi vida, qué desolación que ni siquiera existas.

Miro hacia delante y, bueno… a veces me sorprende el candor de algunas de mis esperanzas. Las cosas no ocurren necesariamente porque uno las desee.

Al fin y al cabo se trata de aceptar. No me pilla de nuevas, lo supe muy pronto, de niño, cuando este día –colmado de sol y de regalos- era el más especial del año, era tú día. Lo supe con tanta claridad como lo sé ahora: el tiempo y la entropía conspiran para acabar lentamente con cuantas cosas he querido y conmigo mismo. Que todavía sea capaz de aceptar esto con una sonrisa y buen ánimo es algo que no deja de sorprenderme. Una buena capacidad de olvido es una condición indispensable para la supervivencia.

Qué extraño todo, amigos… qué pena no volver a ser el que era, qué pena no volver a ser mismamente el que era hace un año, hace unos meses. Qué pena que ya no sea ayer.

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Adenda. Casa tomada

22 martes Jul 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

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burdeles, niños, oficinas, realidad, sueños

Hace un par de semanas hablaba por aquí de los sueños de la infancia. Olvidé mencionar un hecho que creo que no carece de interés. Poco tiempo después de que abandonara el domicilio familiar dispuesto a que la realidad me recibiera con una hostia detrás de otra, mi padre también encajó lo suyo: se arruinó. Era un hombre honrado, simplemente ocurrió que su modesto negocio no se supo adaptar a un tiempo cambiante. El recuerdo de esa lenta exclusión, que yo viví muy de cerca, me entristece ahora de un modo especial. Mi padre quedó anclado sin remedio en lo que yo denomino el mundo Olivetti, un mundo de caligrafía esmerada y copias con papel carbón, de floridas fórmulas de cortesía en cartas comerciales; mundo analógico, probo, de archivadores Roneo, abrecartas toledanos y aquellos libros de contabilidad de tapas duras y colores de una inapelable castidad. Se las apañó a duras penas para salvar lo que pudo y siguió pensando durante muchos años en planes de futuro que nunca llegaron a cuajar. La casa donde viví la infancia y la primera juventud fue vendida por un precio humillante a un tipo que no dudó en apretarle las tuercas, sabiendo que necesitaba vender. Seguro que luego se jactaría ante sus hijos de que papá había sido muy listo y se había ahorrado un dinerillo.

Un amigo vivía en el piso superior. Por él llegué a saber que la casa fue alquilada y que por una buena temporada funcionó en ella un negocio de prostitución semiclandestino. Para mi hermano y para mí aquello supuso durante meses la rechifla. Imaginábamos la habitación de nuestros sueños infantiles coronada por espejos donde se reflejarían las congestionadas desnudeces de viajantes de comercio en busca de esos segundos de contracciones espasmódicas en cuya búsqueda y justificación malgastamos la mayor parte de nuestra vida y el noventa y cinco por cierto de la actividad del inconsciente. Aquello era una metáfora muy graciosa y muy del gusto de nuestro nihilismo juvenil.

En el siglo XVI y lejos de su hogar, el cabalista sefardí Yosef Caro sostuvo alucinatoriamente que toda palabra pronunciada crea un maggid, un ángel respondiente. Sin ir tan lejos, ¿permanece algo de sus antiguos moradores suspendido en el aire de una casa?, ¿continúa resonando de un modo imperceptible todo lo que allí vivimos, los libros que leímos, las profundidades de nuestros sueños?

Si es así, pienso en la singular superposición de imágenes impalpables que heredarían los que ahora ocupan esas estancias: un arlequín siniestro saltando del marco del cuadro para devorar a un niño, un señor de Logroño empalmado sirviéndose una copita de Licor 43, Miguel Strogoff atravesando miles de verstas de oscuridad aferrado a la mano y la voz de una mujer, los juguetes dispuestos sobre el sofá del salón conservando como un rocío el brillo de su origen mágico, el día en que llegó una carta y te perdí, cumpleaños, Navidades, terrores, tedios, risas, asombros, Bambi pastando en la alfombra del salón, el sonido de los tacones de mi madre cuando se disponía a salir a la calle, mi hermano y yo borrachos y jóvenes andando de puntillas por el pasillo sin luz, la cabeza dando vueltas, una puta de Fonelas cepillándose los dientes y acordándose de una tortuga que una buena mañana le apareció muerta sobre el serrín… Estoy tentado de pasarme un día por allí y preguntar.

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