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Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

Archivos de etiqueta: ego

Una modesta proposición (otra)

16 miércoles Oct 2019

Posted by Salvador Perpiñá in política

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carisma, ego, políticos

Un político es alguien que ha aprovechado una oportunidad, le ha salido bien y un día descubre que tiene centenares de miles de incondicionales. No likes en las redes sociales, eso es demasiado inmaterial. Hablo de incondicionales, de sentir físicamente tu liderazgo. Para eso se organizan los mítines, no para ganar votos. Toda esa liturgia del siglo pasado es un dispositivo para que el político se recargue mediante un baño de carisma y sudor. Lo necesita. No se hace para enfervorizar a los asistentes, se hace para enfervorizarle a él. Se hace por su bien. Se alimentan de eso, vampiros de nuestros entusiasmos.

Tienen tablas, ellos y ellas han pasado años como las estrellas de rock, fogueándose en pequeños formatos. Han perfeccionado sus recursos en pueblos perdidos y sedes provinciales, hasta que llega el momento en que atestan pabellones y es cosa de ver cómo ante un micro se llenan de vida y de jactancia y sobreactúan. Son muy buenos en eso y cualquier cosa que dicen, lo que sea, la primera barbaridad que se le pasa por la cabeza a ellos o al flipado que les escribe los discursos, obtiene una respuesta rugiente, unánime, un entusiasmo palpable. Un clamor, en sentido literal. Antes y después se hartan de estrechar manos, los abrazan y son besados por abuelas simpatiquísimas. Se crecen, ¿no se van a crecer?

A esa gente peculiar encomendamos en tiempos nada fáciles la protección de nuestros derechos y el gobierno de nuestros asuntos y nuestros hábitos. No podemos cambiar nuestra naturaleza, pero acaso podamos moderar la suya. Votemos a los nuestros, sí, pero no los aplaudamos tanto. Abuelas, no los beséis. Niños, sed ariscos y mordedles. Hacedlo por nuestro bien.

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Suavizante y disociación

29 lunes Jun 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

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ego, epifanía, ropa tendida

Acabo de salir a tender la ropa en una pequeña terraza en la planta superior de la casa que ahora habito. El olor familiar del suavizante me ha llevado a pensar en tantas otras veces como habré repetido este rito doméstico.

He tendido en azoteas calcinadas por el sol entre las antenas y el flamear de sábanas blancas, en lúgubres patios de un gris tóxico donde los tendederos se entrecruzan como pentagramas -cada línea de ropa tendida es una historia-, rodeado de abejas y del olor del azahar y el cloro, en cables tendidos en el interior de una habitación donde tenías que abrirte paso entre la ropa para encontrar un libro.

He visto mis camisas delirar sacudidas por el viento. Pájaros y mariposas se habrán posado sobre mis sábanas alguna vez. En una ocasión fui testigo durante meses de la lenta destrucción de una camiseta que cayó sobre un tejado y que jamás sería recuperada. Su presencia acusadora bajo el sol y la lluvia a veces me llevaba a fabulosos ataques de melancolía. También he experimentado la secreta dulzura de tender la ropa interior de una mujer que amas.

Y aquí me veo otra vez, sujetando con pinzas la ropa mojada. Mi barrio es tranquilo y es de noche. Alguna ventana encendida, los sonidos del domingo replegándose sobre sí mismo antes de la inminente reaparición del lunes y la ley. Mi gato me mira como si no me conociera de nada desde lo alto de la rama de un níspero. Dentro de poco todos estarán dormidos.

Levanto los ojos hacia arriba. Siempre consideramos que la noche es el reino de lo imaginario cuando el cielo estrellado es de una sinceridad descarnada, los velos han sido retirados. Las nubes de la infancia sobre campo celeste son una mera ilusión. La verdad es la turbulenta forma del tiempo y del vacío en la que vibramos, vivos de milagro entre aterradoras desolaciones y vastas catástrofes. Esa gloria, esa soledad. Un universo desconcertante, infinitamente complejo y violento, más numinoso que cualquier idea de dios imaginable. Pero no puedes esperar que te escuche una brana, no puedes rogarle que proteja a tu buena amiga que está enferma, no puedes suplicarle que nada malo roce a tu hijo, ni gritarle el nombre que te desvela.

Miro ahora hacia el interior de la casa, no hay nadie. Todas las habitaciones están en silencio. Veo la lámpara encendida del escritorio sobre el que pasa más tiempo del que debería. Ahí discurren sus horas, ante la pantalla del ordenador, tocándose el pelo con el ceño fruncido, como si nadie le estuviera observando. Respiro hondo, a veces me gustaría dejarle ahí, con sus malhumores, sus ridiculeces y su abuso de los adverbios, con su mesa desordenada y su puto sombrero. Podría entonces alejarme saltando por los tejados hasta que me sorprendiera el nuevo día, ligero y sonriente como un desertor.

Carencias

17 miércoles Sep 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog, Examen de conciencia

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ego, ignorancia, realidad

Es imposible complacer a todo el mundo y por eso este blog de breve andadura ha contado con cálidos apoyos, pero también con su ración de críticas. En una de ellas se me reprocha el escribir demasiado sobre mí mismo. No lo negaré, no es de extrañar que escriba sobre mí, al fin y al cabo es el tema que mejor conozco. Y con reservas.

Por lo demás mi saber no va mucho más allá: algunos libros, música, pinturas, películas… y pare usted de contar. El vasto catálogo de mi desconocimiento es abrumador. Ignoro la posición en el cielo de la mayoría de estrellas y planetas, no soy capaz de distinguir el canto de los pájaros o reconocer los vientos y sus costumbres (cómo envidio esos escritores capaces de escribir durante páginas sobre las diferentes transparencias del aire según el viento que sopla), los nombres benévolos y antiguos de las plantas no siempre los asocio a una imagen clara (sé distinguir un ciprés de un limonero, pero no me pidáis mucho más), ignoro el nombre y la función de velas y aparejos, las reglas del béisbol y las sagas de los héroes deportivos, el mecanismo del motor de explosión y los abismales secretos de la física cuántica, los laberintos conceptuales de Heidegger, Wittgenstein o Lacan, ignoro los pormenores de la teoría de cuerdas, la prosa prolija y coñazo de Javier Marías o la sentimental discografía de Serrat, no sé distinguir los palos del flamenco, desconozco a lo largo y a lo ancho las filmografías de Kiarostami o Manuel de Oliveira, las costumbres y tradiciones profundas de la misma ciudad donde habito, una lista nada despreciable de series de televisión, la estimulante desnudez de Anne Hathaway, ignoro cómo rellenar una declaración de Hacienda, las rutas de las ballenas en mar abierto y las sutilezas de los ritmos internos de la prosa, ignoro las diferencias entre las versiones de las óperas wagnerianas, la mayoría de los idiomas en que los hombres no se entienden, cientos de ciudades, ríos y montañas, el aspecto de tu rostro si alguna vez me cruzo contigo, ignoro el momento y la manera en que abandonaré este escenario.

Ignoro finalmente qué clase de beneficio puede suponer para cualquiera la lectura de un blog escrito por alguien de tamaña ignorancia.

Cumpleaños

18 lunes Ago 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Examen de conciencia

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devenir, ego, futuro, realidad

Para CC, que me recordó un poema abrumador de Gil de Biedma

Ayer, 17 de Agosto, fue mi cumpleaños. Hasta el año pasado, cuando el marcador alcanzó una cifra de ineludible carga simbólica que ni con la mejor voluntad del mundo podría situarse “nel mezzo del cammin di nostra vita”, era dado a colgar con motivo de ese día pomposos textos en las redes sociales. En ellos intentaba atenuar la angustia del devenir con apelaciones vagamente nietzschianas al amor fati, exaltando lo ya vivido y lanzando ingenuos actos de fe respecto a cuanto me queda por vivir. También me hice la promesa de dejar de fumar y hasta ahora la he cumplido, lo que no está nada mal para alguien que siempre se imaginó persona de débil voluntad.

Un año después, no me siento tan hablador ni tan optimista. No se me malinterprete, celebré una fiesta con amigos y fue deliciosa, aunque tengo fundadas sospechas de que quien mejor se lo pasó fue mi joven gato, cogido en brazos, achuchado y besado por hermosas y fragantes mujeres. Creo que sigue convencido de que el cumpleaños que se celebraba era el suyo.

Lo que quiero decir es que quizás convendría ser sincero a la hora de reflexionar sobre esta fecha. De acuerdo, ha sido un año razonable, he publicado un libro y he recuperado cierta confianza en mis destrezas -¡hasta he abierto un blog!- aunque el futuro sigue siendo incierto. He conjurado en el último momento la amenaza de la ruina -aplazado sería la expresión correcta- me he mudado a una casa admirable y tengo un gato. Sin embargo, si miro hacia atrás tengo una sensación aplastante de haber dilapidado sin medida mis días.

Cosas que antes me habían parecido fundamentales, intocables, ahora no significan gran cosa. Las convicciones se debilitan, los defectos y fealdades de los hombres y de uno mismo ya no pueden ser disimulados. Qué poco de nuevo, qué poco asombro.

Una vez me pregunté dónde van a parar los personajes de todas las historias que escribes y que no llegan a ver la luz. Ahora pienso lo mismo respecto a mi propia vida. Siento un insensato pesar, casi un remordimiento, por lo que pudo haber sido y no fue, por todas las posibles vidas que podría haber vivido y que ya no. Palimpsesto de mí mismo, me complazco en la melancolía de los recuerdos imaginarios. Qué lástima, sí, que no hayas aparecido en mi vida, qué desolación que ni siquiera existas.

Miro hacia delante y, bueno… a veces me sorprende el candor de algunas de mis esperanzas. Las cosas no ocurren necesariamente porque uno las desee.

Al fin y al cabo se trata de aceptar. No me pilla de nuevas, lo supe muy pronto, de niño, cuando este día –colmado de sol y de regalos- era el más especial del año, era tú día. Lo supe con tanta claridad como lo sé ahora: el tiempo y la entropía conspiran para acabar lentamente con cuantas cosas he querido y conmigo mismo. Que todavía sea capaz de aceptar esto con una sonrisa y buen ánimo es algo que no deja de sorprenderme. Una buena capacidad de olvido es una condición indispensable para la supervivencia.

Qué extraño todo, amigos… qué pena no volver a ser el que era, qué pena no volver a ser mismamente el que era hace un año, hace unos meses. Qué pena que ya no sea ayer.

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Vídeo

Es cansado

02 miércoles Jul 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

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blog, bloqueo, ego

¡Y no he hecho más que empezar! Sé que esta confesión, en público y apenas transcurrida una semana desde que abrí el blog es cómica y temeraria. Cómica porque recuerda la huelga de hambre, breve como un haiku, de un corrompido y racial alcalde de Marbella que era un cachondo. Temeraria porque pocas cosas más peligrosas que declararse un indeciso y un vago. Trabajador, luchador, intensificadas por un “infatigable”, son las palabras honradas por el mundo. ¡Y con motivo!, la gente luchadora hace mucho por la especie, si no fuera por ellos aún seguiríamos en el paleolítico, comiendo tirillas de carne momificada y bayas amargas, desdentados, entre la siesta, el escalofrío y el garrotazo. No hay la menor sombra de ironía en lo que digo. Qué más querría yo que tener una causa, cómo me gustaría haber consagrado mi vida a luchar por algo, a construir una obra imperecedera, o al menos a ganarme una reputación, qué demonios.

Publicar con una periodicidad aceptable sin bajar la guardia –me conozco, si empiezo a flaquear pueden pasar veinte años hasta la próxima entrada-, no recurrir en exceso a viejos textos para que el lector no sienta que está hojeando periódicos usados. Ya me avisó mi amigo Simon Zabell cuando me comentaba: “bienvenido a la esclavitud del blog”. Blog. Suena a personaje mítico del Antiguo Testamento. “Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Blog, príncipe supremo de Mesech y Tubal”. Por no hablar del tiempo y energía que me roba y que podría invertir en asuntos más importantes que estas pequeñas hojas de vanidad. Y sin embargo…

Abrir un blog es una promesa, un contrato con otros, una palabra dada. Ha aparecido en mi vida a la vez que el gatete que mientras escribo estas líneas recorre a velocidades absurdas la casa en feroz batalla con pájaros y roedores imaginarios. No puedo abandonar a ninguno de los dos, aún pequeños, tan vulnerables como despóticos.

Me acabaré acostumbrando. Imagino que poco a poco me resultará más fácil. Iré perfeccionando mis trucos, mis pequeñas rutinas. Y así, cuando este blog ya no suponga un problema para mí me lo notaréis, empezaréis a cansaros de mis limitados recursos, la repetición abusiva de unos pocos temas, mis calculados golpes de efecto, mi redicho abuso del adverbio y del gerundio, la vacuidad última de cuanto digo. Perdidos los alicientes de la novedad y el asombro – “the thrill is gone…” – definitivamente decepcionados, dejaréis poco a poco de frecuentarlo, como todos hemos dejado tantas cosas.

Mientras tanto no lo paso mal escribiendo toda esta ephemera. Tengo, claro, mis dudas, ¿más desesperación?, ¿más risa?, ¿ahueco demasiado mi voz?, ¿soy ridículamente serio?, ¿soy un payaso? O la más paralizante de todas: ¿será ésta peor que la entrada anterior?

Lo grave es que me doy cuenta de que he procedido a una confesión indecente de mis flaquezas y todo con tal de hacer una entrada nueva. Estoy quemando mis naves. De seguir así, ¿a qué truculencias, a qué deplorables indiscreciones no acabaré recurriendo con tal de mantener con vida a este monstruo?

Oh my blog

24 martes Jun 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

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blog, bloqueo, ego

Le he dado muchas vueltas antes de decidirme a abrir este blog. En un hombre que ha dejado de escribir durante veinticinco años no es algo de extrañar. Semejante renuncia sólo se explica por un extremo grado de exigencia, una inseguridad patológica y graves carencias de la voluntad; rasgos de carácter no precisamente útiles a la hora de mantener la mínima periodicidad que un blog reclama. Hay tantos blogs y algunos de ellos tan brillantes. ¿Realmente puedo aportar algo?, ¿tiene sentido esta pequeña plataforma de mi ego?, ¿lograré robar todavía un poco más de su tiempo a lectores previamente fatigados ante la profusión de voces y opiniones? Mejor no pensar en ello ahora, en el momento de levar anclas. Los que me han leído en Facebook reconocerán algunos viejos textos que poco a poco iré desperdigando aquí y allá en una vana lucha contra el olvido, reservas de no poca utilidad cuando me sienta bloqueado. Y eso es todo, ahora empieza el viaje y ya no puedo echarme atrás. Espero vientos favorables, cielos soleados y no aburrir jamás a mis posibles seguidores. Deseadme suerte en mi tarea.

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