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Desesperación y Risa

~ el blog de Salvador Perpiñá

Desesperación y Risa

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¿Qué hacer?

22 lunes Mar 2021

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog, Sin categoría

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el doble, retorno

Había pensado seriamente en abandonar este blog y, para poner punto final a mis cavilaciones, decidí acceder a un universo paralelo y visitar a la única persona cuyo consejo podría serme de utilidad: el Perpiñá que hubiera querido llegar a ser.

El Perpiñá que hubiera querido llegar a ser era un hombre encantador ―como no podía ser menos tratándose de mí― aunque no carente de arrogancia, cosa disculpable en alguien que había cumplido sus sueños de juventud. Vivía en una casa que en líneas generales me resultó familiar, ya que buena parte de sus muebles, objetos, recuerdos y libros eran los míos, aunque percibí la intromisión de algo civilizado, agradabilísimo, que entendí como la influencia de su esposa, que me presentó y que se parecía mucho al tipo de mujer que siempre me ha gustado.

―Mira, Verónica, este señor soy yo si hubiera sido un vago.

―Ay, qué cosa más simpática de hombre.

Y se retiró a otra habitación a practicar al piano piezas de Couperin.

En un arranque de sinceridad le conté mis escrúpulos, que eran de orden estético, pero también moral. Sentía que ya le había pillado el truco al formato, detectaba ciertos automatismos, cierta maniera. Fatalmente me repetía. Me veía recurrir una y otra vez ―mendigo de la eternidad, toxicómano de la infancia― a los mismos motivos, a las mismas imágenes. Sentía que me quedaba sin temas. Ya me resultaba demasiado cómodo, dedicaba unas horas a escribir una entrada, la colgaba y acto seguido la gratificación inmediata de la aprobación en las redes. Como una paloma de Skinner accionando con el pico una palanquita, me había vuelto un farsante que desplegaba los recursos que sabía que funcionaban para desatar la emoción y el halago. Tocaba cambiar de voz, pasar a los grandes formatos, sustituir la satisfacción a corto plazo por la exigente labor subterránea de lo extenso, iniciar un aprendizaje de los tiempos muertos, una modulación de los entusiasmos, una economía del éxtasis.

El Perpiñá que yo hubiera querido ser empezó mirándome con curiosidad y acabó escuchándome con impaciencia. Cuando terminé, con la sensación de haber como siempre revelado demasiado de mí mismo, se puso a hablarme de sus novelas, esas novelas que yo no había escrito, una de las cuales ―me informó con orgullo― fue incluida en el año 2005 por Babelia entre lo mejor del año. Algunas de ellas tenían títulos inaceptables como Lejanía del nadador o Légamo. ¡Qué decepción! Como no se privó de leerme algunos fragmentos, encontré su prosa pulcra pero sin mordiente y sus ideas mansas, siempre adecuadas, convenientes, lo que atribuí a la frecuentación del ambiente literario, a esa servidumbre cortesana de tener que leer las obras de tus colegas. Me di cuenta de que me trataba con condescendencia:

―No te preocupes si te repites. La gente tiene muy mala memoria. Una hora después de leer tu entrada la habrán olvidado. Es un puto blog, dios santo, no escribes para la posteridad, la posteridad ya no existe. Échale cara, hay que tener el valor de la propia mediocridad.

Seguramente creía que no me daba cuenta, pero estaba claro que si me animaba a malgastar mi tiempo y a arruinar mi estilo en un blog era porque ni siquiera en un universo paralelo quería competidores. ¿Hace falta que lo diga?, empezó a caerme mal. Me repugnaron sus hábitos de orden y esa voluntad que le hacía escribir día a día laboriosas ficciones, me fastidiaba que estuviera más delgado que yo y que tuviera una mujer adorable. Su dedicación obsesiva a su tarea le vedaba la dispersión, su conocimiento era especializado. Toda esa montaña de datos y fruslerías que el diletante ha acumulado durante décadas de procrastinación le eran ajenas, lo que lo hacía ligeramente aburrido. El pañuelo de seda que llevaba al cuello me pareció en especial una refutación de toda su obra. Cuando al acompañarme a la puerta me preguntó si necesitaba dinero me permití una pequeña mezquindad:

― No, gracias, soy guionista. Seguramente gano más pasta que tú.

Al despedirnos me dio un abrazo y el único consejo que mereció la pena.

― ¿Quieres que parezca que todo ha cambiado?, pon otra foto en el blog.

Y salí a la calle sintiéndome liberado de un peso, intentando asimilar lo que había hablado con ese fatuo. Mire hacia atrás por última vez. Tras la ventana, Verónica había apartado la cortina y me miraba partir. Al verse sorprendida la dejó caer y se apresuró a desaparecer en el interior, con su piano, su Couperin y su maridito.

Me alejé pensando en qué nueva imagen podría utilizar en la página, según su consejo, mientras caminaba por una avenida fabulosa. ¿Cómo os podría describir el paisaje que se extendía ante mí? Una perspectiva monumental, donde esa luz fuera del tiempo que baña los universos paralelos lo hacía todo reconocible y familiar, pero saturado de sentido. A un lado una severa arquitectura, como un decorado donde habría vivido muchas otras vidas en un pasado que había olvidado pero que ahora se desperezaba entre los sonidos de la ciudad y las palabras de sus habitantes; al otro lado se extiende el mar como una promesa siempre renovada de cambio y aventura. Calma y entusiasmo. Un mundo donde la felicidad no excluye el misterio, donde nada se pierde y todo puede ocurrir de nuevo y donde sería hermoso vivir.

Y aquí estamos, de vuelta a casa.

  • Algernon Newton (1880–1968)

Entreacto

03 lunes Ago 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

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paternidad, personajes, verano

Por motivos que sería prolijo explicar a veces me ocurre que durante el verano me quedo en la ciudad. Los primeros días de agosto adquieren así una tonalidad afantasmada, es como si el tiempo se vaciara. La violencia del verano nos ha desarbolado y en ese estado nos enfrentamos a otro mes de lo mismo en un mundo decididamente hostil, donde los lugares que nos acogían están cerrados y los amigos lejos. No puedes evitar sentirte un réprobo.

Falto de energía para emprender nada, uno tiende a la divagación, el pensamiento se dispersa, las emociones se congelan. Hasta la ligera disciplina de encontrar un tema sobre el que escribir una entrada semanal para este blog resulta ya gravosa.

Pero no basta con esta confesión para salir del paso y como tengo que daros algo no me va a quedar más remedio que, sin que sirva de precedente, presentaros de un modo informal, abocetado, a Álvaro, uno de los personajes de la historia que me va a tener ocupado durante mucho tiempo.

Una mañana de verano de 1976, un sábado. Un vigoroso y bronceado ingeniero contempla lleno de sentimientos panteístas el amanecer mientras hace ejercicios de yoga en la terraza de su chalet, donde no hay rincón que no haya sido construido según su visión. Mientras los pájaros revolotean sobre el cuidado jardín y el huertecillo del que se siente legítimamente orgulloso, le da sus buenos cuarenta largos a la piscina. A continuación inspecciona los frutales y recoge cerezas y melocotones.

Mientras todos duermen se prepara un café cargadísimo y se sienta en su despacho, presidido por los dos únicos cuadros que pintó hace diez años cuando se puso a ello. Un autorretrato ante una biblioteca y una tabla de buen tamaño que representa en un estilo arcaizante una crucifixión llena de detalles de gran crudeza, fruto del interés que por aquel entonces sentía por los aspectos forenses de la ejecución más famosa de la historia. No hay visitante de la casa que no haya escuchado sus teorías al respecto.

Se sienta ante una robusta olivetti, se coloca unas gruesas gafas de pasta negra y trabaja durante una hora en una novela histórica sobre el faraón Amenofis IV, a continuación edita un artículo para una revista universitaria. Finalmente escribe una carta de puntualización al periódico local y otra muy cortés a un colega de la facultad en la que, aparentando en todo momento lo contrario, desacredita a otro colega.

Su segunda esposa –una antigua alumna mucho más joven que él- despierta cuando vuelve al dormitorio. La toma entre sus brazos y la posee de un modo atlético. A lo largo del día los abundantes espermatozoides de un esperma de óptima calidad recorrerán su camino hasta acabar fecundándola por segunda vez. En unas horas llegarán un grupo de amigos, tres parejas con niños a pasar el día y bañarse.

Hacen juntos una lista de lo que falta por comprar y se dispone sacar el coche para recoger a su hijo en la estación de tren y enviar las cartas.

Se trata del hijo habido con su primera esposa, fallecida hace años. Un adolescente de 17 años al que ha metido interno en Campillos porque su rendimiento en el instituto no estaba a la altura de lo esperado. Mientras se ducha prepara mentalmente la charla motivacional que tendrá con él durante el trayecto. Álvaro no considera incompatible la ternura paterna con la exigencia.

Llevaba tiempo sin ver a su hijo y, como en la imagen del recuerdo había omitido el acné y su aire general de desamparo, su aspecto al bajar al anden le decepciona. Aun así lo abraza calurosamente. Su hijo detesta que su padre lo toque. Mientras conduce de regreso y suena una cassette con la séptima de Beethoven, Álvaro le habla de Karajan –el muchacho no le escucha, en ese momento está pensando en la primera vez que vio llorar a su madre y en besar a su novia- e intenta que no le ponga de mal humor su actitud hostil, da gracias al buen dios por el sol que alegra la mañana y piensa que con toda seguridad va a ser un día perfecto. Un perrazo cruza la carretera.

365

22 lunes Jun 2015

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

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aniversarios, blog, escribir

Uno llena su vida de aniversarios, señalizaciones del fluir trivial y corrosivo del tiempo. Ha pasado un año desde que abrí este blog y, conociéndome, me parece asombroso haber llegado hasta aquí.

Mientras escribo estas líneas un domingo por la mañana el sol cae a plomo sobre el mismo patio que tenía frente a mi escritorio cuando empecé a publicar estos ejercicios de vanidad y autodisciplina. La nueva presencia de un gato hace más rara la aparición de mirlos, pero el gigantesco abejorro (mi ruiseñor de Keats) al que por aquella época había puesto por nombre Miguel repite su torpe y tremebunda patrulla de borracho, golpeando la ventana. He dejado que prosperen algunas malas hierbas y yo, inevitablemente, sigo siendo el mismo, que es algo a lo que uno se acostumbra.

Repasando el blog siento algo de satisfacción. He mantenido, aunque decreciente, una periodicidad, he ido aprendiendo en el trayecto y, si me perdonáis la petulancia, creo que hay algunos textos que no están nada mal. Tampoco es que sea para que me levanten una estatua ecuestre en alguna plaza del barrio pero, qué queréis, uno ya se marca objetivos modestos.

No lo visitan multitudes, ni lo pretendía. Hay un pequeño número de lectores que de manera inexplicable prestan atención cada semana a las ocurrencias de un completo desconocido que tiene la idea rabiosamente comercial de incluir la palabra “desesperación” en el nombre de su blog. No podéis imaginar mi gratitud. A veces aparece un lector (siempre uno) en lugares imprevistos. Puede que se trate de operaciones de rastreo de información, piadosos mecanismos de refuerzo positivo del administrador de la página, qué sé yo, pero me hace gracia pensar en mi lector único de Corea del Sur, de Panamá, de Irlanda, de Estonia…

La firme voluntad de no incurrir en una frase del tipo “juntos a lo largo de estos años hemos compartido una aventura maravillosa pero ha llegado el momento de…” me empuja a seguir con el blog abierto, a pesar del miedo a repetirme, a haber contado ya todo cuanto tengo que decir y acabar siendo una especie de pariente gesticulante y coñazo.

Aunque a poco que lo piense, no lo he contado todo. No he hablado por ejemplo de

Los dormitorios de otras personas

La relación de las aves con el agua

Grandeza y ridículo del enamorado

El melocotón

Los hogares del pequeño camello

La personalidad escindida del gato

Rock progresivo. Pompa y rechifla.

Muerte de Lorenzo da Ponte en New York

Elogio del vello púbico

El Doppelgänger

Mecánica del aplauso

Los cuadros feos

¡Compórtese, no me exhiba su virtud!

Vindicación de Paul McCartney

Remordimiento y perdición de Raymond Bell, soldado, cocinero y el hombre que mató a Anton Webern (o Los Peligros del Tabaco)

El beso, oh

El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones: de Les Enfants du Paradise a Silvio Berlusconi

John Taylor, el cirujano declamatorio que dejó ciegos a Bach y Händel, un figura.

Decadencia del moustache

Jean-Jacques, qué hartos nos tienes

Instrumentos musicales que nunca prosperaron.

El anacrónico ciervo

Bowie y los vestiditos

Historia de la psicodelia en España. La Confraria de Bevedors de Vi.

El patio del colegio

El silencio tras la fiesta

Linneo. Flores y genitalia

Una visita a la cárcel…

No sé, ya pensaré algo. En todo caso nos vemos por aquí.

Recortes

02 jueves Oct 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

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Cuando decidí abrir este blog quise que fuera una oportunidad de goce y disciplina. Para una persona de hábitos desordenados como soy, la exigencia de generar un texto en plazos fijos parecía un interesante desafío con el que hasta ahora he cumplido. He venido publicando una entrada cada tres días, recurriendo a veces a algún contenido ya colgado en las redes sociales para aliviar la carga. Junto a la voluntad de no hablar directamente de política (pretendo buscar lo que me una al lector, no los que nos segregue) estaba el deseo de mantener unos niveles mínimos de calidad. Me preocupa que un ritmo excesivo de producción me vaya empujando a repetir motivos e imágenes, a recurrir a viejos trucos y golpes de efecto. No quiero abusar de vuestra paciencia. Llevaba unas semanas dándole vueltas a todo esto, pero ahora se añade una nueva circunstancia: debo reservar mis fuerzas para un nuevo proceso de escritura largo y exigente.

Por todo ello voy a aflojar un poco el ritmo, aunque manteniendo una periodicidad constante. Cada cinco días publicaré una entrada. Me encanta escribir este blog y quiero que siga siendo un placer, para mí y para aquellos que me seguís, cosa que nunca me cansaré de agradeceros. Iremos, qué duda cabe, encontrando la medida justa. Hasta el martes que viene.

Carencias

17 miércoles Sep 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog, Examen de conciencia

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ego, ignorancia, realidad

Es imposible complacer a todo el mundo y por eso este blog de breve andadura ha contado con cálidos apoyos, pero también con su ración de críticas. En una de ellas se me reprocha el escribir demasiado sobre mí mismo. No lo negaré, no es de extrañar que escriba sobre mí, al fin y al cabo es el tema que mejor conozco. Y con reservas.

Por lo demás mi saber no va mucho más allá: algunos libros, música, pinturas, películas… y pare usted de contar. El vasto catálogo de mi desconocimiento es abrumador. Ignoro la posición en el cielo de la mayoría de estrellas y planetas, no soy capaz de distinguir el canto de los pájaros o reconocer los vientos y sus costumbres (cómo envidio esos escritores capaces de escribir durante páginas sobre las diferentes transparencias del aire según el viento que sopla), los nombres benévolos y antiguos de las plantas no siempre los asocio a una imagen clara (sé distinguir un ciprés de un limonero, pero no me pidáis mucho más), ignoro el nombre y la función de velas y aparejos, las reglas del béisbol y las sagas de los héroes deportivos, el mecanismo del motor de explosión y los abismales secretos de la física cuántica, los laberintos conceptuales de Heidegger, Wittgenstein o Lacan, ignoro los pormenores de la teoría de cuerdas, la prosa prolija y coñazo de Javier Marías o la sentimental discografía de Serrat, no sé distinguir los palos del flamenco, desconozco a lo largo y a lo ancho las filmografías de Kiarostami o Manuel de Oliveira, las costumbres y tradiciones profundas de la misma ciudad donde habito, una lista nada despreciable de series de televisión, la estimulante desnudez de Anne Hathaway, ignoro cómo rellenar una declaración de Hacienda, las rutas de las ballenas en mar abierto y las sutilezas de los ritmos internos de la prosa, ignoro las diferencias entre las versiones de las óperas wagnerianas, la mayoría de los idiomas en que los hombres no se entienden, cientos de ciudades, ríos y montañas, el aspecto de tu rostro si alguna vez me cruzo contigo, ignoro el momento y la manera en que abandonaré este escenario.

Ignoro finalmente qué clase de beneficio puede suponer para cualquiera la lectura de un blog escrito por alguien de tamaña ignorancia.

Vídeo

Es cansado

02 miércoles Jul 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

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blog, bloqueo, ego

¡Y no he hecho más que empezar! Sé que esta confesión, en público y apenas transcurrida una semana desde que abrí el blog es cómica y temeraria. Cómica porque recuerda la huelga de hambre, breve como un haiku, de un corrompido y racial alcalde de Marbella que era un cachondo. Temeraria porque pocas cosas más peligrosas que declararse un indeciso y un vago. Trabajador, luchador, intensificadas por un “infatigable”, son las palabras honradas por el mundo. ¡Y con motivo!, la gente luchadora hace mucho por la especie, si no fuera por ellos aún seguiríamos en el paleolítico, comiendo tirillas de carne momificada y bayas amargas, desdentados, entre la siesta, el escalofrío y el garrotazo. No hay la menor sombra de ironía en lo que digo. Qué más querría yo que tener una causa, cómo me gustaría haber consagrado mi vida a luchar por algo, a construir una obra imperecedera, o al menos a ganarme una reputación, qué demonios.

Publicar con una periodicidad aceptable sin bajar la guardia –me conozco, si empiezo a flaquear pueden pasar veinte años hasta la próxima entrada-, no recurrir en exceso a viejos textos para que el lector no sienta que está hojeando periódicos usados. Ya me avisó mi amigo Simon Zabell cuando me comentaba: “bienvenido a la esclavitud del blog”. Blog. Suena a personaje mítico del Antiguo Testamento. “Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Blog, príncipe supremo de Mesech y Tubal”. Por no hablar del tiempo y energía que me roba y que podría invertir en asuntos más importantes que estas pequeñas hojas de vanidad. Y sin embargo…

Abrir un blog es una promesa, un contrato con otros, una palabra dada. Ha aparecido en mi vida a la vez que el gatete que mientras escribo estas líneas recorre a velocidades absurdas la casa en feroz batalla con pájaros y roedores imaginarios. No puedo abandonar a ninguno de los dos, aún pequeños, tan vulnerables como despóticos.

Me acabaré acostumbrando. Imagino que poco a poco me resultará más fácil. Iré perfeccionando mis trucos, mis pequeñas rutinas. Y así, cuando este blog ya no suponga un problema para mí me lo notaréis, empezaréis a cansaros de mis limitados recursos, la repetición abusiva de unos pocos temas, mis calculados golpes de efecto, mi redicho abuso del adverbio y del gerundio, la vacuidad última de cuanto digo. Perdidos los alicientes de la novedad y el asombro – “the thrill is gone…” – definitivamente decepcionados, dejaréis poco a poco de frecuentarlo, como todos hemos dejado tantas cosas.

Mientras tanto no lo paso mal escribiendo toda esta ephemera. Tengo, claro, mis dudas, ¿más desesperación?, ¿más risa?, ¿ahueco demasiado mi voz?, ¿soy ridículamente serio?, ¿soy un payaso? O la más paralizante de todas: ¿será ésta peor que la entrada anterior?

Lo grave es que me doy cuenta de que he procedido a una confesión indecente de mis flaquezas y todo con tal de hacer una entrada nueva. Estoy quemando mis naves. De seguir así, ¿a qué truculencias, a qué deplorables indiscreciones no acabaré recurriendo con tal de mantener con vida a este monstruo?

Oh my blog

24 martes Jun 2014

Posted by Salvador Perpiñá in Este blog

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blog, bloqueo, ego

Le he dado muchas vueltas antes de decidirme a abrir este blog. En un hombre que ha dejado de escribir durante veinticinco años no es algo de extrañar. Semejante renuncia sólo se explica por un extremo grado de exigencia, una inseguridad patológica y graves carencias de la voluntad; rasgos de carácter no precisamente útiles a la hora de mantener la mínima periodicidad que un blog reclama. Hay tantos blogs y algunos de ellos tan brillantes. ¿Realmente puedo aportar algo?, ¿tiene sentido esta pequeña plataforma de mi ego?, ¿lograré robar todavía un poco más de su tiempo a lectores previamente fatigados ante la profusión de voces y opiniones? Mejor no pensar en ello ahora, en el momento de levar anclas. Los que me han leído en Facebook reconocerán algunos viejos textos que poco a poco iré desperdigando aquí y allá en una vana lucha contra el olvido, reservas de no poca utilidad cuando me sienta bloqueado. Y eso es todo, ahora empieza el viaje y ya no puedo echarme atrás. Espero vientos favorables, cielos soleados y no aburrir jamás a mis posibles seguidores. Deseadme suerte en mi tarea.

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