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Hoy cumplo una cantidad indecente de años. Ya no hay excusas ante la gravedad de la situación. Ya está bien de simplemente dejarse vivir, voy a cambiar y a hacer de cada instante de mi vida una experiencia única, enriquecedora en lo personal y de alto valor pedagógico para mis contemporáneos. He de llegar a conocerme a mí mismo, descubrir y aislar mis vicios de carácter, profundizar en ellos, dilatarlos hasta dimensiones jamás soñadas. Quiero que mi nombre acabe siendo recordado con una mezcla de incomodidad y hastío.
Tengo que odiar más. El odio merecido no me es suficiente. Odiaré de forma aleatoria, desinteresada. Cada mes elegiré a una sola entre las personas que conozco por riguroso sorteo y dedicaré las semanas siguientes a envidiar cuanto posee, a deplorar sus hábitos y peculiaridades, a hablar mal de ella a sus espaldas. Nada me detendrá, utilizaré la calumnia y, si son autónomos, la delación fiscal.
Tiraré piedras a las palomas, difamaré a los hippies, arrojaré petardos en los velatorios, haré muecas espantosas a los bebés que vea por la calle para hacerlos llorar. Si ya tienen más de seis años les robaré sus caramelos o les ofreceré tabaco. Aprenderé a tocar un instrumento, cualquiera me vale con tal de que sea estridente y molesto. La gaita y el acordeón me seducen con el encanto de lo pintoresco. Me echaré a reír yo solo en los transportes públicos, creando una densa inquietud a mi alrededor. Me acercaré a las mesas de las terrazas donde se divierte la juventud dorada y hablando en voz baja -que tengan que inclinarse para entenderme- les recordaré que su futuro será una cadena de desengaños y que todos hemos de morir. Luego me alejaré dando unos graciosos saltitos.
Me esforzaré más que nunca y trabajaré mucho. Tras despojarme de todo rastro de personalidad en mi escritura seguiré todas las tendencias del momento. Abusaré del lugar común y, a ser posible, plagiaré con desparpajo. Ganaré mucho dinero que gastaré en largos viajes por el mundo, donde solo visitaré polígonos industriales. Allí me haré selfies mal encuadrados que colgaré en las redes sociales junto con citas falsas de poetas.
Fumo poco, tengo que fumar mucho más. Eliminaré de mi dieta todo alimento natural y me nutriré tan solo de productos procesados muy baratos y cantidades absurdas de churros. Aprenderé a combinarlos de manera que me sienten como un tiro y la melancolía y el mal humor del dispépsico se vuelvan en mí una segunda naturaleza.
Buscaré el trato de artistas sin talento, exhortándolos a abandonar su embrutecedora plaza en la administración y dedicarse a perseguir sus sueños. Alcanzaré un dominio virtuoso en el manejo del matamoscas. Quiero que ese insecto pacífico y coñazo sepa lo que es el miedo.
Otrosí, me haré coser un traje de fallera con el que acudiré en cada convocatoria a mi colegio electoral. Allí, mostrando modestia y recato pero sin olvidarme de guiñar un ojo al guardia jurado más desabrido que vea, depositaré papeletas de partidos de extrema derecha decoradas con dibujos obscenos a bolígrafo.
Elegiré una iglesia con un párroco ya entrado en años. Acudiré todos los días a confesarme, siempre a la misma hora, empapado en alguna fragancia varonil y pasada de moda. Combinaré en mi confesión obsesivos escrúpulos teológicos con pecados inventados, ora insignificantes, ora tremendos, usando en todo momento un lenguaje inclusivo para desconcertar y hacerle odiar al pobre cura el momento en que abrazó los hábitos
Difundiré noticias falsas en las redes sociales, daré consejos no solicitados. Escribiré horrendos estados machistas, reaccionarios, insolidarios, hasta que todos mis contactos me bloqueen, asqueados. Cuando queden apenas diez amigos, sabré que estos o bien me quieren mucho o bien son unos fascistas irrecuperables. A los que me quieran los trataré mal y los insultaré hasta minar su paciencia. A los fascistas propiamente dichos les enviaré por privado videos de Spanish Revolution. Expulsado definitivamente de Facebook, podré por fin dedicar todo mi tiempo al silencioso ejercicio del mal.
Esos son mis sueños. Dame, Señor, en este día de mi cumpleaños la fuerza y el coraje para ser digno de ellos.
¡Felicidades, cascarrabias!
Pues sí que está bien la cosa…
¡Muchas gracias, amiguita yeyé! ❤ Nos tenemos que ver pronto, que esto es un sindiós, con lo que molamos. 🙂